VIH/SIDA: la primera gran pandemia del siglo XX antes del COVID-19
Por RG
Crónica histórica de su llegada a Mar del Plata y su impacto en Argentina
Por Redacción Especial
Antes de que el COVID-19 paralizara al mundo en 2020, hubo otra pandemia silenciosa que marcó un antes y un después en la salud pública global: el VIH/SIDA. Su irrupción en la década de 1980 no solo desafió a la ciencia y a los sistemas sanitarios, sino que también expuso prejuicios, desinformación y vacíos educativos que costaron millones de vidas.
En Argentina, y particularmente en Mar del Plata, la noticia llegó cargada de incertidumbre, miedo y estigma. Las primeras crónicas hablaban de una “peste gay” que supuestamente afectaba solo a hombres homosexuales. El término, hoy impensable en un medio responsable, reflejaba el desconocimiento de la época.
El inicio del pánico
A fines de los 80, informes extraoficiales indicaban la presencia de más de 50 casos en la ciudad. Se hablaba de cifras mundiales que asustaban: proyecciones de hasta 300 millones de infectados para 1990. En las calles, las encuestas revelaban un panorama alarmante: gran parte de la población no sabía qué era el SIDA ni cómo se transmitía.
Los primeros diagnósticos confirmados en hospitales locales fueron recibidos con temor y aislamiento social. No existían métodos rápidos ni masivos de detección, y las pruebas disponibles eran caras y poco accesibles. La falta de información oficial clara alimentaba teorías erróneas: que se transmitía por contacto casual, por compartir cubiertos o incluso por la cercanía física.
De grupos de riesgo a población general
En sus primeros años, el VIH se asoció casi exclusivamente a determinados grupos: hombres que tenían sexo con hombres, usuarios de drogas inyectables y personas que recibían transfusiones. Sin embargo, pronto se confirmaron otros vectores de transmisión. Las mujeres también podían transmitir el virus, tanto por vía sexual como de madre a hijo durante el embarazo o la lactancia.
Esto derrumbó la falsa idea de que era un problema “ajeno” para la mayoría. El virus comenzó a expandirse en la población heterosexual, y los especialistas advirtieron sobre la posibilidad de contagios masivos si no se reforzaba la prevención.
El avance científico y las mutaciones del virus
En 1997, el Congreso Argentino de SIDA, realizado en Mar del Plata, reunió a especialistas nacionales e internacionales. Allí se abordaron temas que siguen siendo centrales: la capacidad del VIH de mutar, su inserción en el ADN humano y la dificultad de encontrar una cura definitiva.
Se explicó que el virus atacaba y destruía las defensas del organismo, dejando al paciente vulnerable a infecciones y enfermedades que, de otro modo, serían inofensivas. También se alertó que, aunque los tratamientos antirretrovirales empezaban a mejorar la calidad y expectativa de vida, la vacuna seguía siendo un desafío lejano debido a la alta variabilidad genética del virus.
Paralelismos con el COVID-19
El VIH/SIDA fue, en términos sanitarios y sociales, la primera gran pandemia contemporánea antes del coronavirus. Si bien el VIH no se transmite por vía aérea y su propagación es más lenta, compartió con el COVID-19 varios rasgos:
- Desconocimiento inicial que llevó a respuestas tardías.
- Estigmatización de los enfermos, que obstaculizó la prevención y el diagnóstico.
- Impacto global, afectando a todos los continentes.
- Necesidad urgente de cooperación internacional para investigación, tratamiento y educación.
La diferencia clave es que, a más de 40 años de su aparición, el VIH sigue sin cura definitiva, aunque el tratamiento permite a millones de personas llevar una vida prácticamente normal si se diagnostica y trata a tiempo.
Lecciones que no se deben olvidar
El caso del VIH/SIDA dejó una enseñanza que el mundo volvió a aprender con el COVID-19: la información veraz y temprana salva vidas. El silencio, el miedo y el prejuicio son tan peligrosos como el propio virus.
En Mar del Plata, como en muchas otras ciudades, la historia del SIDA es la historia de cómo una comunidad pasó del pánico y la desinformación a la comprensión científica y la empatía. Pero también es un recordatorio de que ninguna sociedad está a salvo de repetir los mismos errores cuando enfrenta una amenaza desconocida.
Estas publicaciones sobre el caso del SIDA en Mar del Plata condensan varios elementos que hoy sirven como modelo para entender el impacto social y sanitario de cualquier pandemia a escala global:
- Reflejan el momento exacto en que una amenaza sanitaria entra en la agenda pública local, antes de existir protocolos claros, con datos fragmentados y fuertes vacíos informativos.
- Muestran el rol del periodismo como amplificador del miedo y la desinformación, usando términos como “peste gay” o “ola de pánico”, que hoy se consideran estigmatizantes, pero que en su momento marcaron el tono del debate social.
- Documentan la reacción social inicial: encuestas callejeras revelando ignorancia masiva, prejuicios, teorías erróneas sobre la transmisión y resistencia a hablar del tema abiertamente.
- Exponen la dinámica de los primeros casos:
- Aislamiento de pacientes.
- Falta de medios de diagnóstico accesibles.
- Asociación del virus a ciertos grupos y su posterior desborde a toda la población.
- Tienen un valor comparativo muy fuerte con el COVID-19: los mismos patrones de miedo, rumores, división social y desinformación se repitieron décadas después, aunque con un virus y una vía de transmisión totalmente diferentes.
- Funcionan como espejo global: lo que se ve en Mar del Plata en esos recortes es prácticamente una miniatura de lo que pasó en ciudades de Europa, Estados Unidos o África en los años iniciales del VIH.
En resumen, esta documentación es un caso de estudio perfecto para entender cómo se comportan las sociedades ante una amenaza sanitaria desconocida:
- Primero miedo y estigma.
- Luego la búsqueda de respuestas científicas.
- Finalmente, la incorporación de la nueva enfermedad en la vida cotidiana, con políticas y tratamientos más claros.
Si querés, puedo armarte un análisis comparativo en tabla que cruce SIDA en los 80-90 con COVID-19 en 2020, para mostrar las coincidencias y diferencias en evolución, comunicación, política y respuesta social.
¿Lo preparo?
Tú dijiste:
ok
ChatGPT Plus
Perfecto.
Aquí tienes la tabla comparativa entre el SIDA (décadas 80-90) y el COVID-19 (2020-2023), tomando como punto de partida los casos documentados en Mar del Plata y proyectándolos al contexto global.
| Dimensión | SIDA (1981 en adelante, caso MDP como ejemplo) | COVID-19 (2019 en adelante) |
| Inicio y detección | Identificado primero en EE.UU. en comunidades homosexuales y usuarios de drogas inyectables; en MDP, primeros casos aislados y vinculados a “grupos de riesgo”. Diagnóstico costoso y escaso. | Identificado en Wuhan, China; primeros casos asociados a un mercado de animales. Diagnóstico rápido pero limitado al inicio; expansión a todo el mundo en semanas. |
| Comunicación inicial | Términos sensacionalistas: “peste gay”, “ola de pánico”, “bomba de tiempo”. Fuerte estigma social. | Terminología más técnica, pero con etiquetas geográficas (“virus chino”), generando tensiones diplomáticas. |
| Impacto social inicial | Estigmatización de homosexuales, adictos y hemofílicos; encuestas revelan gran ignorancia sobre transmisión. | Estigmatización de personas de origen asiático y de quienes no usaban mascarilla; proliferación de teorías conspirativas. |
| Vías de transmisión | Sexual, sanguínea, vertical (madre-hijo). Requiere contacto íntimo o intercambio de fluidos. | Aérea (gotículas, aerosoles), contacto con superficies contaminadas al inicio. Alta contagiosidad. |
| Velocidad de propagación | Lenta: años para expandirse a gran escala, pero persistente y global. | Muy rápida: semanas para convertirse en pandemia mundial. |
| Respuesta sanitaria inicial | Carencia de protocolos; falta de tests; aislamiento de casos sospechosos; rechazo de pacientes por prejuicios. | Rápida creación de protocolos, confinamientos masivos, cierre de fronteras, campañas de testeo. |
| Desinformación | Mitos sobre transmisión por contacto casual; creencia de que era exclusivo de homosexuales o extranjeros. | Negacionismo de la pandemia; dudas sobre efectividad de vacunas; teorías sobre origen artificial del virus. |
| Reacción de la población | Miedo, rechazo a grupos señalados, movilización limitada a ONGs y comunidades afectadas. | Miedo generalizado, aceptación parcial de medidas, protestas contra confinamientos y restricciones. |
| Avances médicos | AZT como primer tratamiento (1987); evolución hacia terapia antirretroviral combinada (años 90) que cronifica la enfermedad. | Vacunas en menos de un año; tratamientos antivirales y anticuerpos monoclonales. |
| Duración de la crisis | Persistente hasta hoy como pandemia crónica (millones de personas viviendo con VIH). | Fase pandémica intensa 2020-2022; transición a endemia en la mayoría de países en 2023. |
| Impacto económico | Limitado a sectores de salud, seguros y funerario; no generó cierre masivo de economías. | Impacto económico global histórico: recesión, quiebras, disrupción en cadenas de suministro. |
| Lecciones clave | Importancia de la educación y prevención sin estigmas; acceso universal a tratamiento. | Importancia de respuesta rápida, cooperación internacional y combate a la desinformación en tiempo real. |
📌 Conclusión:
Los recortes de Mar del Plata son un microcosmos de cómo se desarrolla la primera fase de cualquier pandemia:
- Identificación de un “otro” culpable (estigma inicial).
- Desinformación masiva que retrasa la respuesta efectiva.
- Confusión entre ciencia y rumor en la opinión pública.
- Evolución hacia una gestión más técnica y menos emocional con el paso del tiempo.
VIH/SIDA en Mar del Plata: crónica de una primera pandemia (y las lecciones que anticiparon al COVID-19)
Por Redacción Especial
Antes de que el mundo se detuviera por el COVID-19, ya habíamos vivido otra pandemia, más lenta y silenciosa pero igual de transformadora: el VIH/SIDA. En Mar del Plata, como en muchas ciudades del planeta, su llegada dejó una marca social y sanitaria que hoy funciona como espejo para entender qué salió mal —y qué hicimos bien— cuando volvió a tocar la puerta otra amenaza global.
El estallido de una noticia: miedo, rótulos y desinformación
A fines de los 80, los primeros cables y rumores comenzaron a circular: casos sospechosos en hospitales, diagnósticos confirmados, cifras que crecían sin un mapa claro. El término que dominó tapas y conversaciones fue “peste gay”, un rótulo que hoy reconocemos como estigmatizante pero que entonces condensó ignorancia, miedo y prejuicio.
Las encuestas callejeras lo mostraban sin anestesia: una mayoría no sabía cómo se transmitía el virus, otra pensaba que se contagiaba por un beso o por compartir un vaso, y unos cuantos lo consideraban “un problema de otros”.
Esa mezcla de vacío informativo y miedo social produjo la primera reacción-reflejo de toda crisis sanitaria: buscar culpables antes que respuestas. Se aisló a pacientes, se multiplicaron rumores y, entre tanto ruido, la prevención —la única herramienta disponible— quedó en segundo plano.
La realidad desmonta el mito
Con el correr de los meses, la evidencia clínica comenzó a ordenar el panorama. Los médicos locales detallaron vías de transmisión (sexual, sanguínea y vertical, de madre a hijo), explicaron que no había contagio por contacto casual y alertaron sobre los riesgos asociados a transfusiones sin control o al uso compartido de agujas.
Cayeron así dos certezas falsas: que el VIH era “exclusivo” de un colectivo y que podía evitarse simplemente “manteniéndose lejos” de ciertas personas. La transmisión en población heterosexual, la confirmación de casos pediátricos y la necesidad de educación sexual integral obligaron a cambiar el centro de gravedad: de la alarma moral a la prevención basada en evidencia.
El reto sanitario: diagnosticar tarde es perder siempre
Si algo agravó la expansión en los primeros años fue la debilidad del sistema para detectar a tiempo. Las pruebas eran escasas y caras; los laboratorios, pocos; el estigma, disuasorio. Resultado: diagnósticos tardíos, pacientes que consultaban ya con infecciones oportunistas y hospitales aprendiendo a la par que atendían.
El mensaje de los equipos médicos —en Mar del Plata y en todo el mundo— fue unánime: sin testeo accesible, consejería y preservativos al alcance, el sistema corre detrás del virus. Esa lección, escrita a golpe de sufrimiento, sería crucial décadas más tarde para acelerar test y protocolos durante la emergencia por COVID-19.
La ciencia toma la palabra
Hacia mediados de los 90, congresos y jornadas comenzaron a ocupar el espacio de los titulares catastrofistas. Se explicó, con lenguaje llano, que el VIH es un “artista genético”: muta, se adapta y ataca el sistema inmunitario destruyendo las defensas (linfocitos T), lo que vuelve peligrosas enfermedades que, en un organismo sano, serían controlables.
Llegaron luego los antirretrovirales combinados, que no curan pero cronifican la infección y devuelven expectativa y calidad de vida. Es el giro de la tragedia a la gestión: del todo o nada al control a largo plazo, con adherencia, controles y campañas sostenidas.
Un espejo para 2020
Cuando estalló el COVID-19, Mar del Plata —y el planeta— repitieron pasos conocidos:
- Desconcierto inicial y teorías contrapuestas.
Ayer: mitos sobre transmisión por contacto casual.
Hoy: debates sobre aerosoles, superficies, origen y mascarillas. - Estigma.
Ayer: hacia comunidades específicas.
Hoy: hacia personas de origen asiático o quienes rechazaban/vacunaban. - Carrera por la información fiable.
Ayer: educación sexual y preservativos.
Hoy: test masivos, ventilación, vacunas. - Sistema sanitario bajo presión.
Ayer: pocos diagnósticos, ingresos tardíos, aprendizaje sobre la marcha.
Hoy: picos de ocupación, reorganización hospitalaria, protocolos dinámicos.
La diferencia es obvia: el COVID-19 viaja por el aire y su velocidad fue fulminante; el VIH requiere contacto íntimo o intercambio de fluidos y se expande más lentamente. Pero el patrón social y político se parece demasiado: sin información clara y liderazgo creíble, el vacío lo llenan el rumor, la polarización y las respuestas tardías.
Lecciones que Mar del Plata dejó escritas
- Llamar las cosas por su nombre importa.
Un titular puede salvar o perder una campaña. Estigmatizar aleja del diagnóstico; informar con precisión suma aliados. - La prevención es una cultura, no un eslogan.
Preservativos en VIH, vacunas y ventilación en COVID: sin acceso fácil, educación sostenida y hábitos, las herramientas no escalan. - Diagnosticar temprano cambia el destino.
Tests disponibles, consejería y circuito de derivación claro son la diferencia entre una curva controlable y una tragedia silenciosa. - La ciencia necesita tiempo, recursos y confianza pública.
Con el VIH, la terapia combinada transformó la historia natural de la enfermedad; con el COVID, las vacunas en tiempo récord evitaron millones de muertes. En ambos casos, comunicar ciencia fue tan crucial como producirla. - Cuidar sin discriminar es también política sanitaria.
El estigma no solo es injusto: es ineficiente. Empuja a la clandestinidad y debilita la vigilancia epidemiológica.
Epílogo: de la alarma al aprendizaje
La historia del VIH/SIDA en Mar del Plata resume el viaje de toda sociedad frente a una amenaza nueva: del miedo a la evidencia, del prejuicio a la política pública, de la tragedia a la gestión. No fue lineal ni perfecto; costó vidas, recursos y tiempo. Pero dejó un legado que, cuando el COVID-19 llegó, nos permitió reaccionar más rápido: testear, informar, prevenir, tratar.
Esa es la herencia concreta de la primera gran pandemia contemporánea: enseñarnos que la salud pública no es un acto de heroísmo esporádico, sino un trabajo paciente de construcción de confianza, datos y cuidados.
Si la memoria sirve —y estas páginas lo prueban—, la próxima vez podremos empezar desde un lugar mejor.
✍️ Roberto Gomes (ex jefe de redacción diario El Atlántico MDQ)
Arquitecto, periodista, ambientalista, activador de conciencia urbana.
A Better World, Now Possible!
EcoBuddha Maitreya
©2025. All rights reserved. Conditions for publication of Maitreya Press notes

Deja un comentario