¿Ser o no ser (puerto)? — Mar del Plata entre la postal y la producción

¿Ser o no ser (puerto)? — Mar del Plata entre la postal y la producción

Por RG

(síntesis narrativa amplia del artículo del 6 de julio de 1990)

El texto arranca con una imagen potente: Mar del Plata mirándose al espejo y preguntándose qué quiere ser cuando crezca. Hay —dice— dos formas de habitarla: quienes solo ven playa, veraneo y comercio estacional, y quienes, sin renegar del turismo, entienden que la ciudad respira también por el mar productivo. Esa tensión ordena toda la nota: ¿puerto-museo o puerto-vivo?

En esa clave, se repasan decisiones municipales y provinciales de los años previos y la necesidad de planificar con brújula, no a golpe de coyuntura. Aparece una idea recurrente: acercar el puerto a la ciudad (y a la ciudadanía), pero sin vaciarlo de trabajo; abrirlo urbanísticamente, sí, y a la vez multiplicar su potencia logística y exportadora. El equilibrio, sostiene la crónica, es posible si se ordena con reglas claras.

Luego, el foco baja al Puerto Pesquero. Se recuerda su capacidad para generar miles de empleos directos e indirectos y divisas, pero también sus límites físicos y operativos: el canal de acceso azolvado, la dársena al borde de saturación y la coexistencia —no siempre eficiente— con instalaciones militares. Hay una advertencia nítida: si el canal no se profundiza y mantiene, el puerto pierde competitividad; si no se invierte en muelles, frío, talleres y seguridad operativa, el desarrollo se vuelve relato.

La nota anota además un dato sensible de esa época: la Base de Submarinos ocupa frente de atraque valioso que podría destinarse a maniobras y servicios pesqueros-comerciales. Sin entrar en polémica estéril, propone reordenar funciones para que defensa, pesca e industria no se estorben, y que la ciudad-puerto gane en eficiencia y convivencia.

En paralelo, mira al aeropuerto. “Jumbos en Mardel”, se titula el recuadro: ampliar pista, radioayudas y servicios para habilitar carga aérea y vuelos chárter de gran porte. La ruta es clara: si el puerto mueve productos y el aeropuerto mueve valor, la ciudad integra cadenas logísticas y deja de depender solo del verano. La propuesta se completa con parques industriales y zonas logísticas junto al aeropuerto, conectados por autopistas y circunvalaciones.

Cierra con la vieja asignatura pendiente: la Estación Ferrobautomotor (terminal unificada de trenes y micros). Un consorcio privado —se cuenta— ofreció construirla; no prosperó. Pero el argumento sigue vigente: intermodalidad para ordenar flujos, bajar costos y dar un salto de calidad urbana (menos congestión, barrios mejor integrados, más seguridad en accesos).

En conjunto, la columna de 1990 empuja una misma idea: Mar del Plata no tiene que elegir entre postal y productiva. Puede —y debe— ser ambas, con tres llaves concretas:

  1. Dragado y ampliación del puerto + servicios modernos (frío, talleres, seguridad).
  2. Reordenamiento de funciones (pesca/comercio/defensa) y apertura urbana inteligente del frente de agua.
  3. Conectividad multimodal: aeropuerto de carga, estación ferrobautomotor y parques industriales enlazados.

La pregunta “¿ser o no ser?” se responde sola si hay plan, obras y reglas: ser puerto-ciudad, todo el año.

✍️ Roberto Gomes (ex jefe de redacción diario El Atlántico MDQ)

Arquitecto, periodista, ambientalista, activador de conciencia urbana.

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