La marginación en Mar del Plata: mapa de una deuda que crece (crónica)

La marginación en Mar del Plata: mapa de una deuda que crece (crónica)

Por RG

Mar del Plata — La ciudad que en los folletos se llama “Feliz” tiene, pegadas a su postal marítima, islas de emergencia que no figuran en ningún plano turístico. Son asentamientos que nacieron como solución provisoria y hoy albergan a miles de personas: familias recién llegadas, trabajadores informales, desocupados crónicos, jubilados sin red. La periferia se expande, los servicios no llegan y la desigualdad se vuelve paisaje.

Un mapa que se corre cada año

En zonas cercanas al puerto y a los bordes de la ruta, crecen hileras de casillas con techos de chapa, nylon y madera. La municipalidad reconoce que los planes disponibles ya no alcanzan: cada invierno el número de familias supera las previsiones. Donde había un “traslado provisorio”, aparece un barrio entero con calle de tierra, tendidos eléctricos precarios y un tanque de agua que se comparte entre decenas.

Números que hablan

Las estadísticas locales describen una ciudad partida:

  • Desocupación y subempleo empujan a la informalidad y al hacinamiento.
  • Mortalidad infantil sensible a las condiciones de vivienda, al acceso a agua segura y a la atención primaria.
  • Natalidad alta en villas sin salas de primera infancia suficientes.
  • Migraciones internas desde regiones más pobres y desde el conurbano que buscan trabajo estacional y terminan anclando en la precariedad.

Cada indicador confirma lo que ya se ve a simple vista: la pobreza no es un episodio; es un sistema.

Asentamientos que desbordan cualquier plan

Las “islas de emergencia” fueron creadas como parches: terrenos fiscales ociosos, un módulo por familia, promesa de reubicación. Con los años se transformaron en barrios estables, sin títulos, sin cloacas, sin veredas, con escuelas y centros de salud demasiado lejos. La ciudad no solo crece: se desordena. Y cuando falta todo al mismo tiempo —trabajo, papeles, servicios, salud— la exclusión se hereda.

Infancias en riesgo

La pobreza se mide en los chicos: cuadros respiratorios por humo de braseros, diarreas por agua contaminada, desnutrición, ausentismo escolar por falta de abrigo o de transporte. En los comedores comunitarios, las mujeres sostienen lo que el sistema no alcanza; el día que no llega mercadería, la seguridad alimentaria depende de la buena voluntad del barrio.

Lo que explica el presente

  • Ciclos largos de crisis que dejaron una base de desocupación estructural.
  • Vivienda inaccesible: alquileres altos y crédito inexistente para ingresos informales.
  • Falta de suelo urbanizado: no hay lotes con servicios listos para ampliar la ciudad con dignidad.
  • Gestión fragmentada: programas que no se hablan entre sí, ayudas que llegan tarde o se agotan antes de cubrir la demanda.

Qué haría falta mañana (y es factible)

  1. Banco de suelo y lotes con servicios: identificar tierra apta, abrir calles, llevar agua, cloaca, electricidad segura y entregar títulos progresivos a familias con arraigo.
  2. Plan “Techo Seguro 72 h”: módulos de emergencia (paneles aislantes, kit eléctrico con disyuntor y gas seguro) instalados por cuadrillas mixtas municipio–cooperativas–vecinos.
  3. Microcréditos a tasa social para materiales, con compras comunitarias que abaraten precio y acompañamiento técnico barrial.
  4. Centros de primera infancia y jornada extendida cerca de las villas: nutrición, estimulación, jardín, control pediátrico, vacunación y transporte barrial.
  5. Regularización por barrios (no por lotes sueltos): mensura, títulos, mejora integral y prioridad de obra pública donde ya vive gente.
  6. Trabajo local con salario de referencia: cuadrillas para veredas, zanjeo, arbolado, reciclado y mantenimiento urbano; que el dinero quede en el barrio y mejore el barrio.
  7. Mesa única de gestión (Municipio–Provincia–Nación–ONG) con tablero público de avances: cuántas conexiones, cuántos títulos, cuántos módulos instalados y en qué plazos.

Epílogo: del asistencialismo a la integración

La marginalidad en Mar del Plata no es una anomalía: es el resultado previsible de años sin una política de suelo y vivienda a la altura del crecimiento real. La elección es clara: seguir corriendo detrás del incendio —con frazadas y promesas— o ordenar la ciudad desde abajo, con títulos, servicios y trabajo que construyan ciudadanía.

Porque ninguna “isla de emergencia” debería volverse permanente. Y porque una ciudad se mide, en serio, por cómo trata a quienes están más lejos del centro.

✍️ Roberto Gomes (ex jefe de redacción diario El Atlántico MDQ)

Arquitecto, periodista, ambientalista, activador de conciencia urbana.

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