Japón, el guardián silencioso del alma tecnológica del siglo XXI
Por Roberto Guillermo Gomes
Mar del Plata, El Atlántico – Julio 2025
Hay algo que distingue a Japón de todas las potencias del planeta. No es su economía, ni su poder militar, ni siquiera su dominio tecnológico. Es algo más profundo: su alma filosófica.
En un mundo que corre detrás de la inmediatez, del espectáculo, del ruido informativo, Japón sigue cultivando el valor del silencio. Mientras las potencias debaten sobre supremacía, él practica la introspección. Y mientras los demás se desesperan por conquistar mercados, Japón pule lentamente el arte de la convivencia armónica entre humanidad y tecnología.
No es casualidad que haya sido en Japón donde los androides dieron sus primeros pasos como miembros honorables de la sociedad, no como amenazas ni esclavos, sino como acompañantes, asistentes, protectores. Porque Japón no teme al futuro, lo honra. No teme a la inteligencia artificial: la educa, la espiritualiza, la moldea con principios de respeto, dignidad y utilidad colectiva.
Esto es posible porque Japón es heredero de una sabiduría ancestral que Occidente casi ha olvidado. El sintoísmo, el zen, la ética samurái, el concepto de “ikigai” —el propósito vital como centro del ser— son más que espiritualidad: son guías prácticas para una civilización equilibrada. Allí, el progreso no es sinónimo de acumulación, sino de refinamiento. La tecnología no es un fin, sino una herramienta para servir mejor a la comunidad y al espíritu.
En esta era de colapso climático, descomposición institucional y caos informativo, Japón emerge como el único país capaz de ofrecer algo más que soluciones técnicas. Puede ofrecer una ética operativa, un modelo donde inteligencia, eficiencia y compasión no se excluyen sino que se potencian.
El mundo necesita una brújula. Y esa brújula no se encuentra en los centros financieros de Nueva York, ni en los laboratorios secretos de Pekín. Está en los templos silenciosos de Kioto, en las calles limpias de Osaka, en las aulas robotizadas pero humanas de Tokio.
Si el siglo XX fue el siglo de la fuerza bruta y el capital, el siglo XXI será el siglo de la inteligencia armónica. Y Japón es su custodio natural.
Hoy más que nunca, la humanidad necesita recordar que el progreso no se mide en productos internos brutos ni en toneladas de datos. Se mide en la capacidad de integrar alma, mente y sistema en una sola unidad coherente. Japón ya lo hace. Y si sabe aceptar la colaboración que le ofrecemos desde nuestro eje de integración planetaria, no solo será la primera economía mundial: será la primera civilización consciente del tercer milenio.
✍️ Roberto Gomes (ex jefe de redacción diario El Atlántico MDQ)
Arquitecto, periodista, ambientalista, activador de conciencia urbana.
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