“Estación López: El pueblo que el viento borró de la faz de la Tierra”

🌪️ “Estación López: El pueblo que el viento borró de la faz de la Tierra”

Crónica retro a 33 años del tornado más devastador del sur bonaerense

Por:Roberto Guillermo Gomes

8 de mayo de 1992. Esa fecha quedó marcada con fuego en la memoria colectiva de la región de Benito Juárez, en la provincia de Buenos Aires. Ese viernes, en apenas minutos, la furia incontenible de la naturaleza arrasó con la pequeña localidad de Estación López. Lo que era un apacible asentamiento rural fue transformado en un páramo de ruinas y desolación. Las imágenes que nos dejó el diario El Atlántico lo decían todo: «fue borrado de la faz de la Tierra».

El tornado que devoró el pueblo

Aquel día, la tierra tembló bajo la presión de un tornado de una potencia pocas veces registrada en territorio argentino. En menos de 5 minutos, todo lo que halló a su paso fue literalmente desintegrado. Casas de chapa y madera volaron como hojas secas, los silos explotaron, vehículos fueron lanzados como juguetes rotos y hasta las estructuras de ladrillo, como el antiguo almacén de campo, quedaron desfiguradas por la fuerza del viento. El centro del tornado alcanzó velocidades estimadas de 300 km/h.

El silencio después del estruendo

Testigos relatan que lo primero que se percibió fue una oscuridad repentina, seguida por un rugido similar al de “mil trenes”. Luego, la devastación. Una atmósfera pesada de polvo, gritos y escombros cubría lo que antes era vida. Al disiparse el fenómeno, solo quedaba un pueblo reducido a fragmentos. Nada quedó en pie. La imagen de una cruz de madera en el barro marcando el sitio donde estaba la capilla sintetizaba el dolor. Allí rezaban los vecinos desde hacía más de dos décadas.

Pérdidas humanas y materiales

Aunque el informe final confirmó que no hubo víctimas fatales, hubo decenas de heridos, varios de ellos graves. El milagro fue que el fenómeno se desató al mediodía, cuando muchos pobladores estaban fuera de sus casas. Pero más allá de las cifras, lo irrecuperable fue el golpe anímico: la pérdida de hogares, recuerdos, raíces. Estación López quedó como un símbolo del desamparo ante la furia climática.

El grito desesperado de ayuda

La edición del diario El Atlántico también documentó la llegada de los primeros delegados municipales y representantes del Ejército, que prestaron ayuda a los damnificados. La nota titulada “Necesitan urgente ayuda” reflejaba el clamor de los sobrevivientes: carpas, alimentos, medicamentos, agua potable. Las autoridades prometieron reubicar a los damnificados y reconstruir lo perdido. Pero la promesa cayó con la misma fuerza del tornado. El Estado no llegó a tiempo.

La palabra del meteorólogo

Uno de los testimonios más impactantes lo brindó el meteorólogo Jorge Ibáñez, que aseguró que este tipo de fenómenos “no tienen antecedentes recientes en la provincia” y advirtió que los sistemas de alerta temprana eran prácticamente inexistentes. Su advertencia, ignorada entonces, sería trágicamente premonitoria. Décadas después, aún hay pueblos que no cuentan con protocolos de emergencia climática.

El legado del viento

Hoy, más de tres décadas después, pocos recuerdan Estación López. El lugar nunca se reconstruyó del todo. Muchos de sus habitantes emigraron, otros permanecen en silencio en pequeñas casas rurales desperdigadas. El cartel de la estación, vencido por el tiempo y oxidado, es el último testigo de un pueblo que fue y ya no es.


Reflexión final:
En una época de crisis climática global, recordar Estación López es un deber ético. Porque la historia no es solo la acumulación de fechas, sino la advertencia viva de lo que puede volver a suceder si no aprendemos. Si olvidamos, repetimos. Y no siempre hay una segunda oportunidad cuando sopla el viento.

✍️ Roberto Gomes (ex jefe de redacción diario El Atlántico MDQ)

Arquitecto, periodista, ambientalista, activador de conciencia urbana.

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