87- Kabir Cien Poemas

87
La traducción al inglés es de
Rabindranath Tagore,
con versión al español de
Joaquín V. González.

Kabir tejiendo

KABIR
CIEN POEMAS

1. ¿Dónde me buscas, oh, servidor mío?
¡Mírame! Estoy junto a ti.
No estoy en el templo ni en la mezquita,
ni en el santuario de La Meca,
ni en la morada de las divinidades hindúes.
No estoy en los ritos y las ceremonias,
ni en el ascetismo y sus renunciaciones.
Si me buscas de veras me verás enseguida,
y llegará el momento en que me encuentres.

Kabir dice:
Dios, ¡oh Santo!, es el aliento de todo lo que respira.

2. Inútil preguntar a un santo
cuál es la casta a que pertenece;
puesto que los sacerdotes, los guerreros,
los mercaderes y las treinta y seis castas de la India,
todos aspiran igualmente a Dios.
Hasta resulta una locura preguntar
cuál puede ser la casta de un santo;
barberos, lavanderas, carpinteros,
todos buscan a Dios.
El propio Raidas era un buscador de Dios.
El Rishi Swapacha pertenecía a la casta de los curtidores.
Hindúes y musulmanes,
también ellos alcanzaron el límite
donde se borran todas las marcas diferenciales.

3. ¡Oh, amigo! Espera en Él durante tu vida,
conoce durante tu vida, comprende durante tu vida,
pues en la vida está tu liberación.
Si no desatas tus ligaduras durante la vida,
¿qué esperanza de liberación tendrás en la muerte?
Creer que el alma se unirá a Él
sólo porque haya abandonado el cuerpo,
es una idea absurda.
Si lo hallamos ahora, lo hallaremos luego.
De lo contrario,
permaneceremos en la ciudad de la muerte.
Si te unes a Él en el presente, lo estarás en la Eternidad.
Báñate en la Verdad; conoce al Maestro Verdadero;
ten fe en su Nombre.

Kabir dice:
Lo que nos ayuda es el Espíritu de búsqueda constante; soy esclavo de ese Espíritu.

4. No vayas al jardín florido, no vayas, ¡oh, amigo!
En ti están el jardín y sus flores.
Inclínate sobre el loto de los mil pétalos,
y contempla allí la Infinita Belleza.

5. ¿Cómo podré, ¡oh, hermano!, renunciar a Maya?
Cuando deshice el nudo de mis cintas,
todavía me quedó sujeto el vestido;
cuando me quité el vestido,
aún me cubrían el cuerpo sus pliegues.
Y así, cuando abandono mis pasiones, mi cólera persiste.
Y cuando renuncio a la cólera, aún queda la envidia.
Y cuando venzo a la envidia,
todavía persisten mi vanidad y mi orgullo.
Cuando el espíritu se libera, arrojando a Maya,
aún queda prendido en la letra.

Kabir dice:
Óyeme bien, querido Sadhu:
la verdadera senda no es fácil de encontrar.

6. La luna brilla en mi interior,
pero mis ojos ciegos no pueden verla.
La luna está en mí, lo mismo que el sol.
Sin que lo toquen,
el tambor de la eternidad resuena en mi interior,
pero mis oídos sordos no pueden oírlo.
Así, en tanto que el hombre reclame el yo y lo mío,
sus obras serán como cero.
Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto, entonces es cuando se consumará la obra del Señor.
Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.
Alcanzado el conocimiento, déjese el afán.
El afán de la flor es el fruto;
cuando el fruto madura, la flor se marchita.
El ciervo contiene el almizcle,
aunque no lo busca en sí mismo,
sino husmeándolo en la hierba.

7. Cuando se revela a sí mismo,
Brahma descubre lo invisible.
Como el grano está en la planta,
como la sombra en el árbol,
como el espacio en el cielo,
como infinidad de formas están en el espacio,
así, desde el más allá del Infinito, el Infinito viene,
y el Infinito se prolonga en lo finito.
La criatura está en Brahma,
y Brahma está en la criatura;
son para siempre distintos,
aunque estén para siempre unidos.
Él mismo es el árbol, el grano y el germen.
Él mismo es la flor, el fruto y la sombra.
Él es el sol, la luz y todo lo que se ilumina.
Es Brahma, la criatura y la ilusión.
Es la forma múltiple, el espacio infinito.
Es el aliento, la palabra, la idea.
Es lo limitado y lo ilimitado,
y más allá de lo limitado y de lo ilimitado,
es el Ser puro.
Es el espíritu inmanente en Brahma y en la criatura.
El Alma suprema se ve en el interior del alma.
El punto último se ve en el Alma suprema.
Y en ese punto aún se reflejan las creaciones.
Kabir es bendito porque goza de esta visión suprema.

8. El vaso terrestre acuna las campiñas y los boscajes; en él se halla el Creador.
En ese vaso están los siete océanos
y las innumerables estrellas.
Dentro están el artífice y su piedra de toque.
En él resuena la voz del Eterno,
que hace surgir la primavera.

Kabir dice:
Óyeme, amigo mío:
mi Señor bienamado se halla en ese vaso.

9. ¿Cómo podría yo jamás pronunciar
esas palabras misteriosas?
¿Cómo podría yo decir:
Él no es como esto y es como aquello?
Si digo que Él está en mí,

el universo se escandaliza de mis palabras.
Si digo que está fuera de mí, miento.
De los mundos internos y externos,
Él hace una unidad indivisible.
Lo consciente y lo inconsciente
son los taburetes de sus pies.
Ni se manifiesta ni se oculta; no es revelado ni irrevelado.
No hay palabras para decir lo que Él es.

10. Atrajiste mi corazón hacia ti, ¡oh Fakir!
Me hallaba dormido en mi alcoba
y tú me despertaste con tu impresionante voz, ¡oh Fakir!
Me hundía
en las profundidades del océano de este mundo,
y Tú me has salvado, sosteniéndome en tu brazo,
¡oh Fakir!
Una sola palabra de Ti, no dos,
y me liberas de todas las cadenas, ¡oh Fakir!

Kabir dice:
Has unido tu corazón a mi corazón, ¡oh Fakir!

11. Antes, yo jugaba día y noche con mis compañeras, y ahora tengo miedo.
El palacio de mi Señor está tan alto,
que mi corazón tiembla de subir;
pero no debo ser miedosa, si quiero gozar de Su amor.
Mi corazón ha de buscar a mi Bienamado,
he de quitarme el velo y unir a Él todo mi ser.
Mis ojos serán dos lámparas de amor.

Kabir dice:
Oyeme, amiga mía: Él comprende quién lo ama.
Si no languideces de amor por el Único Bienamado,
es inútil que adornes tu cuerpo;
es en vano que te pongas ungüento sobre los párpados.

12. Cuéntame, ¡oh cisne!, tu antigua historia.
¿De qué país vienes, oh cisne?
¿Hacia qué riberas encaminas tu vuelo?
¿Dónde descansarás, ¡oh, cisne!, y qué es lo que buscas?
Despiértate esta misma mañana, ¡oh, cisne!,
levántate y sígueme.
Hay un país donde no imperan ni la duda ni la tristeza, donde ya no existe el terror de la muerte.
Allí, los bosques primaverales están en flor,
y la brisa nos trae un perfume que dice: “Él soy Yo”.
Allí, la abeja del corazón
penetra profundamente en la flor,
sin aspirar a otro goce.

13. ¿Quién te servirá, oh, Señor increado?
Cada fiel adora al Dios que él se crea;
cada día recibe sus favores.
Algunos no lo buscan a Él, al Perfecto,
a Brahma, al indivisible Señor.
Creen en diez Avatares;
pero un Avatar que sufra las consecuencias de sus actos no puede ser el Espíritu infinito.
El Uno Supremo debe ser otro.
Los yoguis, los sanyasis, los ascetas, dispútanse entre sí.

Kabir dice:
¡Oh, hermano!,
aquel que ha visto la irradiación de su amor,
ése está salvado.

14. El río y sus olas forman una misma superficie:
¿Qué diferencia hay entre el río y sus olas?
Cuando la ola se levanta es agua,
y al caer sigue siendo agua.
Decidme ¿dónde está la diferencia?
Porque la hayan nombrado ola,
¿ya no se la considerará como agua?
En el seno del Supremo Brahma,
los mundos se engarzan como las cuentas de un rosario.
Contempla ese rosario con los ojos de la sabiduría.

15. Donde reina la Primavera, señora de las estaciones, se escucha una música misteriosa.
Torrentes de luz caen por doquiera.
Pocos hombres pueden alcanzar esas riberas,
donde millones de Krishnas
se mantienen cruzados de brazos,
donde millones de Vishnús se prosternan,
donde millones de brahmanes leen los Vedas,
donde millones de Shivas
se abstraen en contemplación.
Allí, millones de Indras y de innumerables semidioses tienen al cielo por morada.
Allí, millones de Saraswatis, diosas de la música,
tañen la vina.
Allí, mi Señor se revela a Sí mismo,
y el perfume del sándalo y de las flores se esparce
en todos los dominios del espacio.

16. Entre los polos de lo consciente
y de lo inconsciente, el espíritu oscila.
Es el columpio donde están suspendidos todos los seres
y todos los mundos,
cuya oscilación nunca cesa.
A él se aferran millones de seres;
en él se columpian la luna y el sol en su carrera.
Transcurren millones de edades,
y el columpio sigue con su movimiento.
Todo oscila: el cielo y la tierra, el aire y el agua,
y el Señor mismo, ahí personificado.
Y la visión de todo ello
ha hecho de Kabir el servidor de su Dios.

17. La luz del sol, de la luna y de las estrellas,
fulgura con vivo resplandor:
la melodía amorosa asciende cada vez más,
acompasada al ritmo del amor puro.
Día y noche, el coro llena los cielos,

y Kabir dice:
Mi único Bienamado me deslumbra como el relámpago.
¿Sabéis cómo expresan su adoración los instantes?
blandiendo su círculo de luces,
el universo, día y noche, canta adorando.
Allí, dice Kabir, la adoración no cesa jamás.
Allí está en su trono el Señor del universo.
El mundo entero ejecuta su obra y comete sus yerros; pero pocos son los amantes que conocen al Bienamado.
Como se mezclan las aguas del Ganges y del Jumna,
así se mezclan en el corazón del hombre piadoso
las dos corrientes del amor y del sacrificio.
En su corazón, el agua sagrada se esparce día y noche,
y así concluye el ciclo de los natalicios y de los óbitos.
¡Qué inefable reposo en el Espíritu Supremo!
Sólo lo goza quien lo busca.
Sujeto por las cuerdas del amor,
va y viene el columpio oceánico del gozo,
y hay un potente estallido de canciones.
¡Ved aquel loto que florece sin agua!

Y Kabir dice:
La abeja de mi corazón liba su néctar.
¡Maravilloso loto florecido en el corazón del universo!
Sólo las almas puras conocen sus delicias verdaderas.
La música vibra por doquiera,
y el corazón participa en el gozo del mar infinito.

Kabir dice:
Sumérgete en ese océano de dulzura,
y deja que vuelen lejos todos los errores
de la vida y de la muerte.
Ya ves cómo aquí se sacia la sed de los cinco sentidos;
ya no existen las tres formas de la miseria.

Kabir dice:
Estamos en lo Inaccesible; miraos adentro
y veréis cómo brillan en vosotros los rayos de luna
de Dios escondido.
Allí late el ritmo de la vida y de la muerte.
Ahí surgen los arrobamientos,
todo un espacio radiante de luz.
Allí se escucha la misteriosa música,
que es la del amor de los tres mundos.
Allí arden los millones de lámparas del sol y de la luna.
Allí resuenan por doquiera los amorosos cánticos,
llueven ondas de luz,
y el adorador saborea con delicias el celeste néctar.
Ved la vida y la muerte:
ya no hay entre ellas separación alguna.

Kabir dice:
El sabio enmudecerá, pues la Verdad no puede hallarse en los libros ni en los Vedas.
Me he asociado al armonioso equilibrio del Uno.
He bebido la copa de lo inefable.
Encontré la clave del misterio.
Alcancé la raíz de la Unión.
Viajando sin camino llegué al país sin dolor,
y la gracia del Gran Señor
ha descendido dulcísima en mí.
Se canta al Dios infinito como si fuera inaccesible;
pero en mis meditaciones, sin mis ojos, yo lo he visto.
Es, de cierto, el país sin sufrimientos,
y nadie sabe el camino que a Él conduce.
Sólo aquel que encontró ese camino
va más allá de la región de los dolores.
Maravilloso país,
que no puede pagarse con ningún mérito.
El sabio lo ve; el sabio lo canta.
Tal es la última palabra;
pero ¿cómo expresar su maravilloso sabor?
Aquel que la saborea una vez,
sólo él sabe el gozo que puede dar.

Kabir dice:
Al conocerla, el ignorante se convierte en sabio
y el sabio se queda mudo, en silenciosa adoración.
El adorador se embriaga totalmente.
Su sabiduría y su desprendimiento son perfectos.
Bebe en la copa de las inspiraciones y de las aspiraciones del amor.
Allí, todo el cielo se llena de armonías,
y la música suena sin cuerdas y sin pulsaciones.
Allí no cesa nunca el juego de la alegría y del dolor.

Kabir dice:
Si te sumerges en el océano de vida,
vivirás en el país de la suprema felicidad.
¡Qué frenesí de éxtasis contiene cada hora!
El adorador exprime y bebe la esencia de las horas.
Vive con la vida de Brahma…
Digo la verdad, porque acepté la verdad en mi vida.
Estoy consagrado a la verdad,
porque ahuyenté, lejos de mí, todas las falsas apariencias.

Kabir dice:
Así se libra el adorador de todo miedo,
así lo abandonan todas las ideas erróneas
sobre la vida y la muerte.
Allí el cielo se llena de música.
Allí llueve néctar.
Allí vibran las cuerdas del arpa y suenan los tambores.
¡Qué secreto esplendor irradia ese castillo del cielo!
Ya no hay amaneceres ni puestas de sol.
En el océano de revelaciones que es la luz del amor,
el día y la noche no forman más que uno.
Alegría eterna; ni dolor, ni luchas.
Allí he bebido, llena hasta los bordes,
la copa de la dicha, de la dicha perfecta.
No hay lugar allí para el error.

Kabir dice:
Allí he sido testigo de los juegos de la única felicidad.
He conocido en mí mismo el juego del universo;
he escapado al error de este mundo.
Lo externo y lo interno
se han hecho para mí un sólo cielo.
Lo infinito y lo finito se han unido.
Me embriago con la visión del Todo.
La luz invade el universo; es la lámpara del amor, ardiendo en el candelero del saber.

Kabir dice:
Allí no puede deslizarse error alguno,
y ya no existe el conflicto de la vida con la muerte.

18. La región central del cielo, donde el espíritu reposa, está radiante de una música de luz.
Allí florece la pura y cándida armonía,
donde mi Señor halla sus delicias.
En el prodigioso esplendor de su cabellera
piérdese el fulgor de millones de soles y de lunas.

Kabir dice:
Ven, ¡oh Dharmadas!
y contempla el triunfo de mi Señor omnipotente.
¿Dónde la acción y el reposo en esa ribera?
No hay agua a la vista, ni barco, ni marino.
No hay ni una sola cuerda para empujar el barco,
ni hombre alguno para sirgar.
Ni tierra, ni cielo, ni tiempo;
nada existe ahí: ni río, ni ribera.
No hay ahí ni cuerpo, ni espíritu.
¿Dónde podrías aplacar la sed de tu alma?
Nada encontrarás en esta nada.
Sé fuerte y vuélvete a ti mismo.
Ahí te hallarás en tierra firme.
Considera esto, ¡oh, corazón mío!
No te vayas a ninguna otra parte.

19. ¡Oh, corazón mío!
El Espíritu Supremo, el Dueño omnipotente
está junto a ti.
¡Despierta, despiértate!
Corre a echarte a los pies de tu Bienamado,
pues tu Señor está muy cerca.
Estuviste dormido durante siglos innumerables,
¿y no quieres despertar esta mañana?

20. ¿Qué ribera quieres alcanzar, corazón mío?
Ningún viajero ante ti.
Ningún camino.

Kabir dice:
Rechaza toda imaginación y fortalécete en lo que eres.

21. Cada morada enciende sus lámparas.
Como eres ciego, no las ves.
Un día tus ojos se abrirán de pronto, y verás,
y las cadenas de la muerte caerán por sí solas.
Nada qué decir, nada qué escuchar, nada qué hacer.
Aquel que vive, aunque muerto, no morirá jamás.
Porque vive en soledad dice el asceta
que su casa está muy lejos.
Tu Señor está junto a ti y, sin embargo,
trepas a lo alto de la palmera para buscarlo.
El sacerdote brahmán va de casa en casa,
para iniciar al pueblo en la fe.
Pero ¡ay!, la verdadera fuente de vida está a tu lado, mientras te pones a adorar la piedra
que tú mismo levantaste.

Kabir dice:
No puedo decir cuán adorable es mi Señor.
El ascetismo, el rosario, las virtudes y los vicios,
nada de todo ello existe para Él.

22. Mi corazón suspira, ¡oh hermano!,
por el verdadero Dueño que llena la copa del amor
para ofrecérmela, tras de haber bebido.
Levanta el velo y Brahma se revela a mis ojos.
Descubre en Él los mundos
y me hace oír la música misteriosa.
Me muestra que las alegrías y las penas
son una misma cosa.
Todas sus palabras están llenas de amor.
Kabir dice:
En verdad, nada ha de temer
quien posea semejante Dueño
para llevarlo a seguro refugio.

23. Las sombras de la noche caen espesas y profundas;
ensombrecen el corazón,
y envuelven al cuerpo y al espíritu.
Abre tu ventana al poniente,
y piérdete en el cielo del amor.
Bebe la miel azucarada
que destilan los pétalos del loto del corazón.
Déjate penetrar en las olas del mar.
¡Húndete en su esplendor!
Escucha y oye el rumor
de las caracolas y de las campanas.

Kabir dice:
Contempla, ¡oh, hermano!,
al Señor en ese vaso que es mi cuerpo.

24. Llevo en el fondo del corazón aquel amor
que me hace vivir en este mundo una vida sin límites.
Así vive el loto en el agua, y en el agua florece,
aunque el agua no pueda tocar sus pétalos
abiertos por sobre su nivel.
Así vive la esposa que penetra en las llamas de la pira,
al mandato del amor.
Arde y deja gemir a sus compañeras,
pero jamás deshonra al amor.
Difícil es cruzar el océano del mundo;
sus aguas son muy profundas.

Kabir dice:
Óyeme, ¡oh Santo hombre!
Pocos son los que logran llegar a la otra orilla.

25. Mi Señor se oculta y, ah maravilla,
mi Señor se revela.
Mi Señor me aherroja duramente,
y mi Señor hace que caigan mis cadenas.
Mi Señor me trae voces de tristeza y voces de alegría,
y es Él mismo quien dosifica los contrastes.
Ofrendaré a mi Señor mi cuerpo y mi espíritu.
Daré mi vida antes que olvidar a mi Señor.

26. Todas las cosas son creadas por Dios.
El Amor es Su cuerpo.
No tiene forma, ni cualidad, ni decadencia.
Trata de unirte a Él.
Ese Dios indeterminado
toma millares de formas a los ojos de las criaturas:
es puro e indestructible.
Su forma es infinita e insondable.
Danza extasiado,
y Su danza describe mil formas vaporosas.
El cuerpo y el espíritu desbordan felicidad
cuando los toca Su gozo infinito.
Está inmerso en toda conciencia, en todo júbilo,
en todo dolor.
No tiene principio ni fin.
Contiénese entero en su Beatitud.

27. La misericordia de mi verdadero Maestro
es la que me ha dado a conocer lo desconocido.
Por Él sé caminar sin pies, ver sin ojos, oír sin orejas,
beber sin labios, volar sin alas.
En el país donde no hay ni sol, ni luna, ni noche, ni día, he amado y he meditado.
Sin comer, he saboreado la dulzura del néctar;
sin agua, he aplacado mi sed.
El gozo compartido es la plenitud del gozo.
¿Ante quién podría expresarse jamás?

Kabir dice:
Mi Maestro es más grande que los mundos,
e inmensa la buena ventura de su discípulo.

28. Ante lo incondicionado danza lo condicionado.
“Tú y yo no somos más que uno”,
proclaman las trompetas.
El Maestro avanza y saluda a su discípulo:
tal es la mayor de las maravillas.

29. Gorakhmatte le pregunta a Kabir:
-Dime, ¡oh, Kabir!, ¿cuándo comenzó tu vocación?
¿Dónde nació tu amor?

Kabir responde:
-Cuando Aquel, cuyas formas son múltiples,
aún no había empezado su representación;
cuando no había ni maestro ni discípulo;
cuando todavía no existía el mundo;
cuando el Uno supremo estaba solo,
entonces fue cuando me hice asceta;
entonces, ¡oh, Gorakh!
Brahma atrajo mi corazón hacia Él.
Cuando me instruí en la doctrina de los ascetas,
Brahma no estaba coronado, ni Vishnú ungido de rey,
ni había nacido aún la potencia de Shiva.
Fue en Benarés donde tuve una revelación repentina,
y Ramananda me iluminó.
Traía conmigo la sed del infinito,
he acudido a la cita de mi Dios.
Con toda simplicidad me uniré con la simple Unidad.
Y surgirá mi amor.
¡Marcha, oh, Gorakh, al ritmo de esa música!

30. Sobre ese árbol hay un ave;
danza en el gozo de la vida.
Nadie sabe dónde está.
¿Y quién podrá decir el estribillo de su canción?
Entre lo más espeso y sombrío del ramaje,
allí tiene su nido.
Viene de noche y echa a volar por la mañana.
Yo no la comprendo.
Nadie puede decirme qué ave es esa,
la que canta en mi alma.
Sus plumas no tienen color, ni dejan de tenerlo.
No tiene forma ni perfil. Se guarece a la sombra del amor.
Duerme en el seno de lo inaccesible,
de lo infinito y de lo eterno,
y nadie sabe cuándo echa a volar,
nadie sabe cuándo ha de volver.

Kabir dice:
Profundo es el misterio, ¡oh santo hermano!
Deja que los sabios descubran la morada del ave.

31. Día y noche me apesadumbra una cruel angustia,
y no puedo dormir.
Suspiro pensando
en la cita que ha de darme mi Bienamado,
y ya no siento el placer de vivir en la casa paterna.
Las puertas del cielo están abiertas;
entro en el templo;
encuentro a mi Esposo,
y deposito a sus pies la ofrenda de mi cuerpo
y de mi espíritu.

32. ¡Danza, corazón mío! Danza hoy de gozo.
Los cánticos de amor
llenan de música los días y las noches,
y el mundo vive atento a sus melodías.
Locas de júbilo, la vida y la muerte
danzan al ritmo de esa música.
Los montes, el océano y la tierra danzan.
Entre sollozos y carcajadas, la humanidad danza.
Tu Señor está en ti;
¿a qué abrir los ojos hacia el mundo exterior?

Kabir dice:
Óyeme, hermano mío:
mi Señor me ha arrebatado
y me ha unido a Él.

33. ¿Cómo podría quebrarse el amor que nos une?
Cual hoja de loto reposando sobre el agua,
así eres tú, mi Señor, y yo soy tu esclavo.
Cual el ave nocturna contempla la luna en la noche,
así eres tú, mi Señor, y yo soy tu esclavo.
Desde el comienzo hasta el fin de los tiempos
está el amor entre Tú y yo.
¿Cómo podría extinguirse ese amor?

Kabir dice:
Cual el río penetra en el océano,
así mi corazón penetra en ti.

34. ¡Tristes están mi espíritu y mi cuerpo!
Te necesitan.
Ven a mi casa, ¡oh, mi Bienamado!
Cuando me llaman “tu prometida”,
me avergüenzo de que mi corazón
aún no haya poseído tu corazón
¿Qué amor es pues este, amor mío?
No tengo hambre; no tengo sueño;
nunca hallo reposo, ni en Él ni fuera de Él.
Como el agua para el sediento,
así es el Novio para la novia.
¿Quién le llevará el mensaje a mi Bienamado?
Kabir está angustiado.
Agoniza de no haberlo visto.

35. ¡Despierta, oh, amiga, no duermas más!
Se acabó la noche; ¿quieres perder también la jornada?
Otras que despertaron a tiempo, ya recibieron sus joyas.
Todo lo perdiste tú, ¡oh loca!, durante el sueño.
Tu Amado es prudente, y tú insensata, ¡oh mujer!
nunca preparaste el lecho de tu esposo.
Te pasaste los días en inútiles juegos.
Tu juventud se ha marchitado en vano,
puesto que no has conocido a tu Señor.
¡Despierta, despiértate!
Mira: tu lecho está vacío.
Durante la noche, Él te ha abandonado.
Kabir dice:
Sólo despierta aquella cuyo corazón
está traspasado por las flechas de su palabra.

36. Cuando el sol brilla, ¿dónde está la noche?
Y es de noche cuando el sol ha retirado su luz.
Donde hay conocimiento, ¿puede persistir la ignorancia? Y si hay ignorancia, el conocimiento debe perecer.
Si hay lujuria, ¿cómo puede haber amor?
Donde está el amor no existe la lujuria.
Empuña la espada y corre a la batalla.
Combate, ¡oh, hermano!, mientras dure tu vida.
Corta la cabeza de tu enemigo,
para darle así una muerte rápida.
Vuélvete luego,
para inclinar la frente ante el triunfo de tu Rey.
El hombre valiente no abandona jamás el combate;
el que huye no es un verdadero combatiente.
En el coto cerrado de nuestro cuerpo
se libra una gran guerra contra las pasiones,
la cólera, el orgullo, y la envidia.
Donde más arrecia la batalla es en el Reino de la Verdad, del contentamiento y de la pureza;
y la espada más activa es la tizona que lleva su nombre.

Kabir dice:
Cuando un valeroso caballero entra en lucha,
la multitud de los cobardes se pone en fuga.
Denodado y áspero combate el que libra
aquel que busca la Verdad.
Su voto es más difícil de cumplir que el del guerrero
o el de la viuda que quiere reunirse con su esposo.
Pues el guerrero combate durante unas horas,
y la lucha de la vida con la muerte concluye muy pronto.
Pero la batalla de aquel que busca la Verdad
prosigue día y noche,
y no cesa mientras dura su vida.

37. La cerradura del error cierra la cancela:
ábrela con la llave del amor.
Al abrir la puerta, despertarás al Bienamado.
Kabir dice:
No pases, ¡oh hermano!,
sin aprovechar tan buena ventura.

38. El cuerpo, ¡oh amigo!, es Su lira.
Tiende las cuerdas y hace sonar la melodía de Brahma.
Si las clavijas se aflojan o las cuerdas se rompen, entonces, instrumento, de polvo,
vuelve el cuerpo al polvo.

Kabir dice:
Sólo Brahma y ningún otro
puede crear semejantes melodías.

39. Amo muy de veras
a quien puede devolver su hogar al viajero extraviado.
En el hogar está la verdadera unión,
en el hogar está la dicha de la vida.
¿Por qué abandonaré mi hogar,
para andar errante por el bosque?
Si Brahma me hace alcanzar la verdad,
hallaré en el hogar la servidumbre
y la libertad a un tiempo.
Amo a quien tiene el poder
de hundirse profundamente en el seno de Brahma,
a quien posee la facultad de sumirse en la contemplación.
Amo a quien conoce a Brahma
y puede quedarse en meditación
sobre su suprema Verdad.
Amo a quien puede ejecutar la melodía del infinito,
uniendo en su vida el amor y el sacrificio.

Kabir dice:
El hogar es la morada verdadera;
en el hogar está lo real,
el hogar hace que alcancemos a Aquel que es realidad.
Quédate, pues, donde estás,
y todo lo tendrás a su tiempo.

40. Nada mejor, ¡oh, santo hombre!,
que unirse simplemente a Él.
Desde el día en que hallé a mi Dios,
los juegos de nuestro amor ya no han cesado.
No cierro los ojos, no tapo mis oídos,
no mortifico mi cuerpo.
Miro con los ojos muy abiertos, sonrío,
y por doquiera contemplo Su hermosura.
Murmuro su nombre, y todo cuanto veo me habla de Él.
Todos mis actos constituyen un culto que rindo a mi Dios.
La aurora y el crepúsculo me parecen iguales.
Las contradicciones ya no existen para mí.
Por doquiera que voy, en Él me afano.
Todo cuanto hago, lo hago en Su servicio.
Al acostarme me prosterno a Sus pies.
Sólo Él es adorable a mis ojos; no conozco otro.
De mi boca ya no salen palabras impuras.
Día y noche canto Sus alabanzas.
De pie o sentado no puedo olvidarlo,
porque el ritmo de Su canción lo llevo en mis oídos.

Kabir dice:
Un gozo frenético abrasa mi corazón,
y descubre todos los misterios ocultos en mi alma.
Estoy sumergido en una inmensa felicidad,
que supera toda alegría y todo dolor.

41. En los baños sagrados no hay más que agua,
y sé de su ineficacia, pues me he bañado en ellos.
Las sagradas imágenes carecen de vida,
no pueden hablar;
lo sé, puesto que las he convocado a gritos.
Los Puranas y el Corán no son más que palabras;
aparté el velo y lo vi.

Kabir deja que hable la experiencia;
todo el resto es mentira, lo sabe muy bien.

42. Me río cuando oigo decir
que el pez tiene sed en el agua.
No alcanzas a ver que lo real está en tu hogar,
y andas errante de bosque en bosque.
¡En ti está la Verdad!
Donde quiera que vayas, a Benarés o a Mathura,
si no encuentras tu alma,
el mundo no tendrá realidad para ti.

43. El pendón oculto se halla izado
en el templo del cielo.
Allí se despliega el baldaquín azul,
adornado de luna y constelado de brillantes.
Allí brillan la luz del sol y de la luna.
Sosiégate, alma,
y contempla ese esplendor en silencio.

Kabir dice:
Quien bebe de ese néctar cae en el delirio.

44. ¿Quién eres? ¿Y de dónde vienes?
¿Dónde reside el Espíritu Supremo,
y cómo puede mezclarse
en todos los juegos de la Creación?
El fuego está en la madera;
pero ¿quién lo despierta de súbito?
La madera conviértese en cenizas,
¿y adónde va la fuerza del fuego?
El verdadero Maestro nos enseña
que el Espíritu no tiene límites ni fin.

Kabir dice:
Brahma adapta su palabra
a la inteligencia de sus oyentes.

45. ¡Oh, santo!, purifica tu cuerpo
con toda simplicidad.
Como el grano está en el bananero,
como las flores, los frutos
y la sombra de las hojas están en el grano,
así el germen está en el cuerpo,
y en ese germen el cuerpo se encuentra a sí mismo.
El fuego, el aire, el agua, la tierra y el éter
no están fuera de Él.
Considera esto, ¡oh Kazi, oh Pundit!
¿Qué cosa hay que no esté en nuestra alma?
El cántaro lleno de agua flota en el agua,
contiene agua y está rodeado de agua.
No hay que darle a esto nombre alguno,
no vaya a despertarse el error del dualismo.

Kabir dice:
Escucha la palabra, la verdadera, que es tu esencia;
Él se dice la palabra a Sí mismo,
y Él mismo es el Creador.

46. Es un árbol extraño;
crece sin raíces, y lleva frutos sin haber dado flores.
No tiene ramas ni hojas; es un loto puro.
En él cantan dos aves:
una es el Maestro, la otra su discípulo.
El discípulo escoge los abundantes frutos de la vida
y los saborea;
el Maestro lo contempla gozoso.

Lo que Kabir dice es difícil de comprender:
El ave no puede ser alcanzada,
aunque resulta claramente visible.
El que no tiene forma está en el seno de todas las formas.

47. He aplacado la angustia de mi alma
y mi corazón se regocija.
En el estado en que estoy, he visto al Supremo Camarada.
Permaneciendo esclavo me liberé;
me desprendí de las garras de toda mezquindad.

Kabir dice:
Alcancé lo inaccesible,
y en mi corazón tornasolan los colores del amor.

48. Lo que tú ves no existe,
y para lo que existe no tienes palabras.
A menos de ver, no crees;
lo que te dicen no puedes admitirlo.
Quien tiene discernimiento aprende por las palabras,
y el ignorante se queda con la boca abierta.
Algunos contemplan lo Informe
y otros meditan sobre la forma;
pero el sabio entiende
que Brahma está por encima de ambos.
La hermosura de Brahma no puede verse con los ojos.
La vibración de su palabra no puede llegar hasta el oído.

Kabir dice:
Aquel que ha encontrado a la vez el amor y el sacrificio
no se abisma jamás en la muerte.

49. La flauta del Infinito toca sin jamás interrumpirse, y canta Su amor.
Cuando el Amor renuncia a todo límite,
alcanza la Verdad.
¡Cuán lejos se esparce su perfume!
No tiene fin; ningún obstáculo se le opone.
La forma de su melodía brilla como un millón de soles.
La vina hace vibrar incomparablemente
las notas de la verdad.

50. ¡Me acucia, caro amigo, encontrar a mi Bienamado!
Mi juventud ha florecido,
y el dolor de verme separada de Él me oprime el seno.
Yerro sin rumbo por los senderos del saber,
aunque he recibido noticias Suyas
a través de esos senderos.
Tengo una carta de mi Bienamado;
en esa carta hay un mensaje inefable,
y ahora ya no le temo a la muerte.

Kabir dice:
¡Oh, mi caro amigo! He recibido como presente
al Único Inmortal.
51. Cuando estoy separada de mi Bienamado
mi corazón se llena de tristeza.
Ningún reposo durante el día,
ningún sueño durante la noche.
¿A quién confiaré mis penas?
La noche es oscura.
Las horas transcurren sin que Él vuelva.
La ausencia de mi Señor
hace que me estremezca y tiemble de miedo.

Kabir dice:
¡Oyeme, amiga mía!
No hay júbilo como el de encontrar al Bienamado.

52. ¿Qué flauta es esa cuya música me llena de alegría?
La llama arde sin lámpara.
El loto florece sin raíces.
Las flores se abren en los claustros.
El ave nocturna vuela hacia la luna.
El ave de lluvia apetece la lluvia.
Pero, ¿a qué amor consagra su vida el eternal Amante?

53. ¿No has oído los acordes de la misteriosa música?
En medio de la cámara suena,
gentil y dulcemente pulsada,
el arpa de la dicha.
No hay que salir para escucharla.
Si no has saboreado el néctar del Único Amor,
¿de qué servirá purificarte de toda mancha?
El kazi investiga el sentido de los versículos del Corán
e instruye a los hombres;
pero si su corazón no está anegado en el amor divino,
¿de qué le servirá ser maestro?
El yogui tiñe de rojo sus vestiduras;
pero si no conoce los colores del amor,
¿de qué le servirá el color de sus vestidos?

Kabir dice:
Ya esté en el templo o en el balcón de mi morada,
en un campo o en un jardín de flores,
os digo, en verdad,
que en todo momento mi Señor se deleita conmigo.

54. ¡Sutil es el sendero del amor!
No hay en él preguntas ni silencios;
toda criatura se aniquila a sus pies,
se hunde en el gozo de buscarlo a El,
se sumerge en las profundidades de su amor,
como el pez en el agua.
El enamorado siempre está dispuesto
a ofrecer su vida en servicio de su Señor.
Kabir revela el secreto de ese amor.

55. Es verdadero Santo
aquel que puede revelar a ojos humanos
la forma de lo informe.
Es verdadero Santo
aquel que enseña el camino simple
que ha de seguirse para alcanzarlo a Él,
sin ocuparse de ritos ni de ceremonias.
Es verdadero Santo
aquel que no te hace cerrar las puertas,
ni retener el aliento,
ni renunciar al mundo;
el que te hace ver al Espíritu Supremo
doquiera haya inteligencia;
el que te enseña a conservar la calma
en medio de la actividad.
Inmerso para siempre en la felicidad,
y sin temor alguno en el corazón,
el Santo mantiene, en medio de los placeres,
la armonía de su vida.
La infinita presencia del Ser infinito está en todas partes: en la tierra, en el agua, en el cielo, en el aire.
Tan firme como el trueno, la sede del buscador
se halla establecida por sobre el vacío del espacio.
El que está en el interior está en el exterior.
Lo veo a Él,
a ningún otro veo.

56. Recibe la palabra de donde surgió el universo.
Esta palabra es: Maestro.
La he escuchado, y me he convertido en discípulo.
¿Cuántos son los que han comprendido esta palabra?
Trata tú de comprenderla, ¡oh, Santo!
Los Vedas y los Puranas la proclaman.
El mundo se asienta en ella.
Los rishis y los devotos la dicen,
pero nadie conoce su misterio.
El padre de familia abandona su hogar cuando la escucha.
Los seis filósofos la comentan.
El espíritu de renunciación emana de ella.
De esa palabra nació el mundo de las formas.
Esa palabra lo revela todo.

Kabir dice:
¡Pero quién sabe de dónde viene esa palabra!

57. ¡Vacía la copa!
¡Embriágate!
¡Bebe el divino néctar de Su nombre!

Kabir dice:
Óyeme, querido Sadhu:
desde la coronilla a la planta de los pies,
el hombre está envenenado por la inteligencia.

58. Si no conoces a tu propio Señor,
¿de qué te enorgulleces?
Renuncia a toda elocuencia;
jamás te unirán a Él las simples palabras.
No te dejes engañar por el testimonio de las Escrituras.
El amor difiere mucho de la letra,
y el que con toda sinceridad lo busca, lo encuentra.

59. La dulzura de vagar
sobre el océano de la vida inmortal,
me ha liberado de todo vano parloteo.
Como el árbol está en el grano,
todos los males están en la charlatanería.

60. Cuando al fin hayas encontrado
el océano de la felicidad,
no te vayas sediento.
Vuelve en ti y no seas loco;
la muerte te acecha.
Aquí tienes, ante ti, el agua pura.
Bébela hasta saciarte.
No persigas el espejismo;
ten sed de néctar.
Dhruva, Prahlad y Shukadeva bebieron de él.
Raidas lo probó.
Los santos se embriagan de amor;
tienen sed de amor.

Kabir dice:
Escucha, hermano mío:
la guarida del miedo se ha desplomado.
Ni por un instante miraste al mundo frente a frente.
Con la falsedad tejes tu esclavitud;
tus palabras están llenas de engaños.
Con el fardo de deseos que llevas en la cabeza,
¿cómo podrías andar ligero?

Kabir vuelve y dice:
Guarda en ti la verdad,
el espíritu de sacrificio y el amor.

61. ¿Quién le ha enseñado a la viuda
a dejar consumir su cuerpo
sobre la hoguera de su esposo difunto?
¿Y quién le ha enseñado al amor
a encontrar su felicidad en el sacrificio?

62. ¿Por qué, corazón mío, eres tan impaciente?
Aquel que vela por las aves,
por las bestezuelas y los insectos,
Aquel que cuidaba de ti
cuando todavía estabas en el seno de tu madre,
¿dejará de protegerte ahora que ya saliste de él?
¿Cómo puedes, ¡oh corazón mío!,
apartarte de la sonrisa de tu Dios,
y andar errante, tan lejos de Él?
Abandonaste a tu Bienamado para pensar en futilezas,
¿y te asombras de la banalidad de tu obra?

63. ¡Cuán difícil me es encontrar a mi Señor!
El pájaro de lluvia, alterado,
llama a la lluvia a grandes gritos.
Morirá en la espera, antes que beber de otra agua.
Atraído por los sones de la música, la cervatilla se acerca; arriesga la vida para escucharlos;
pero el temor no la hace retroceder.
La viuda se queda sentada junto al cuerpo de su esposo; el fuego no le da miedo.
¡No sientas temor alguno
por esa miseria que es tu cuerpo!

64. Cuando ya me extraviaba, ¡oh, hermano!,
el verdadero Maestro me enseñó el camino.
Entonces dejé los ritos y las ceremonias,
ya no volví a sumergirme en las aguas sagradas.
Comprendí que sólo yo era el loco,
que todo el mundo a mi alrededor estaba cuerdo
y que yo era motivo de escándalo y de befa.
A partir de ese día,
ya no ruedo por el polvo en señal de obediencia;
ya no toco la campana del templo;
ya no coloco ningún ídolo en su trono;
ya no pongo flores ante las imágenes
en signo de adoración.
Lo que le place al Señor no son las austeridades
ni las mortificaciones de la carne.
No le eres grato porque andes casi en cueros
y mortifiques tus sentidos.
El hombre bueno y leal, que permanece sereno
en medio de la agitación del mundo,
el que ama como a sí mismo
a todas las criaturas de la tierra,
ese hombre alcanza al Ser Inmortal,
y el verdadero Dios está con él.

Kabir dice:
Aquel cuyas palabras son puras
y que no tiene orgullo ni envidia,
conoce Su verdadero Nombre.

65. El asceta tiñe sus vestiduras,
en lugar de teñirse el alma con los colores del amor.
Permanece sentado en el templo,
abandonando a Brahma,
para adorar una piedra;
se agujerea las orejas,
lleva una larga barba y sórdidos andrajos;
parece un chivo.
Anda por el desierto yugulándose el deseo,
y acaba pareciéndose al eunuco.
Se rapa la cabeza y tiñe sus vestidos;
lee el Gita y se convierte en un charlatán.

Kabir dice:
Tú, que obras como él,
marchas hacia las puertas de la muerte,
atado de pies y manos.

66. No sé cuál es mi Dios.
El mullah grita hacia Él.
¿Por qué?
¿Está sordo el Señor?
Pues bien que oye resonar
hasta las sutiles articulaciones del insecto que marcha…
Reza tu rosario;
píntate en la frente la cifra de tu Dios;
envuélvete en andrajos manchados y vistosos…
Si en tu corazón hay un arma de muerte,
¿cómo podrás poseer a Dios?

67. Cuando escucho la melodía de su flauta,
ya no soy dueño de mí.
La flor se abre sin que la primavera haya llegado,
y ya la abeja ha recibido su perfumado mensaje.
Retumba el trueno, fulgen los relámpagos;
en mi corazón saltan las olas.
Cae la lluvia y mi alma languidece pensando en mi Señor.
Allí donde el ritmo del mundo nace y muere a la vez,
allí es donde mi corazón lo alcanza.
Allí flotan al viento los pendones ocultos.

Kabir dice:
Mi corazón se muere de vivir.

68. Si Dios está en la mezquita,
¿a quién pertenece el mundo?
Si Rama, ¡oh peregrino!, está en la imagen que tú adoras, ¿qué ocurre allí donde no hay imágenes?
Hari está en Oriente, Alá en Occidente.
Mírate el corazón,
y allí encontrarás a la vez a Karim y a Rama.
Todos los hombres y todas las mujeres del mundo
son sus formas vivientes.

Kabir es el hijo de Alá y de Rama.
Él es mi Maestro; Él es mi mentor espiritual.

69. Aquel que es modesto y se conforma con su suerte, aquel que es justo,
aquel cuyo espíritu está henchido de resignación y de paz, aquel que lo ha visto y lo ha tocado,
es el que se halla libre de temor y de angustia.
Para él, la idea de Dios es como un ungüento de sándalo esparcido por la piel.
Para él no hay otro goce que esa idea.
Una bella armonía rige su trabajo y su reposo;
de él emana un resplandor de amores.

Kabir dice:
Toca los pies de Aquel que es uno,
indivisible, inmutable, apacible;
de Aquel que llena de desbordante alegría los vasos terrestres, y cuya forma es el amor.

70. Reúnete con los buenos,
donde el Bienamado tiene su morada.
Aprende de ellos todas tus ideas,
todo tu amor y todo tu saber.
¡Redúzcase a cenizas la asamblea
en que Su Nombre no sea pronunciado!
No vaciles más; piensa sólo en el Bienamado.
Que tu corazón no adore a otros dioses.
No es bueno adorar a otros dueños.

Kabir reflexiona y dice:
Si obras de otro modo,
jamás encontrarás al Bienamado.

71. La joya se ha perdido en el fango
y todos quieren encontrarla.
Estos la buscan por un lado, aquellos por otro;
algunos la ven en el agua, otros entre las piedras.
Pero el discípulo Kabir,
que la aprecia en su verdadero valor,
la ha envuelto cuidadosamente en su corazón,
como en los pliegues de su manto.

72. El palanquín ha venido por mí,
para llevarme a la morada de mi esposo;
un temblor de felicidad me agita el corazón.
Mas los portadores me han conducido
a un bosque solitario, donde no conozco a nadie.
Beso suplicante vuestros pies, ¡oh portadores!
Aguardad un momento todavía.
Dejadme volver a casa de mis padres y de mis amigos para despedirme de ellos.

El discípulo Kabir canta:
Abandona tus ventas y tus compras, ¡oh santo!
Deja ahí tus beneficios y tus pérdidas,
pues no hay tiendas ni mercados
en el país adonde te encaminas.

73. No conoces, ¡oh corazón mío!,
todos los secretos de esta ciudad del amor.
Ignorante viniste, ignorante te vas.
¿Qué hiciste de esta vida?
¡Oh, amigo mío!
Cargaste sobre tu cabeza un pesado fardo de piedras; ¿quién te aliviará de esa carga?
Tu Amigo se encuentra en la otra orilla,
y nunca me me preguntas
cómo podrías llegar hasta su encuentro.
El barco se ha roto,
mientras tú sigues sentado en el banco,
sin avanzar, y a merced del oleaje.
¿A quién tendrás al final por Amigo?,
te pregunta el servidor Kabir.
Estás solo, sin compañeros,
y así habrás de soportar las consecuencias de tus actos.

74. Los Vedas dicen que lo incondicionado
está por encima del mundo de las condiciones.
¿Qué ganas, ¡oh mujer!,
con discutir si Él está por encima de todo
o si está en todo?
Brahma se te revelará día y noche, vestido de luz,
sentado en un trono de luz.

Kabir dice:
El verdadero Maestro es todo luz.

75. ¡Abre tus ojos de enamorado y contémplalo a Él, que reina en el universo!
Considera el universo y persuádete de que ese es tu país.
Cuando hayas encontrado a tu verdadero Maestro,
Él despertará tu corazón.
Él te dirá los secretos del amor y del sacrificio,
y conocerás entonces que Él sobrepasa al universo.
Ese mundo es la ciudad de la Verdad;
el laberinto de sus senderos fascina el corazón.
Podemos alcanzar la meta sin cruzar la ruta,
en un deporte que no acaba jamás.
Allí donde el círculo de los múltiples goces
danza en torno del Creador,
allí están los juegos de la eterna felicidad.
Cuando los conozcamos,
concluirá el ciclo de todas nuestras aceptaciones
y renunciamientos.
Entonces dejará de quemarnos la llama de la
concupiscencia.
Es el reposo último y sin límite.
Él ha extendido sobre el mundo entero
las formas de Su amor.
Del resplandor, que es Verdad,
surgen perpetuamente las ondas de las formas nuevas,
y Él penetra esas formas.
Todos los jardines, todos los boscajes,
todas las masas de vegetación están pobladas de flores,
y el aire juguetea con ellas.
Allí, el cisne juega un juego maravilloso.
Allí, los sones de la misteriosa música giran
en torno de la infinita Unidad.
Allí brilla, en el punto central,
el trono de Aquel que contiene todas las cosas,
donde el Gran Ser tiene su sede.
La luz de millones de soles se desvanece, confusa,
ante el esplendor de uno solo de sus cabellos.
Por el camino, ¡qué dulces melodías hace oír el arpa!
Sus notas traspasan el corazón.
La eterna fontana de vida deja correr su chorro
donde juegan, sin fin, el nacer y el morir.
Y se llama nada Aquel que es la Verdad de las verdades, Aquel en quien están contenidas todas las verdades.

76. En Él se perpetúa la creación,
superior a toda filosofía,
y que ninguna filosofía podría concebir.
Hay un mundo sin fin, ¡oh, hermano mío!,
y hay el Ser sin nombre,
de quien sólo puede hablarse en silencio.
El mundo ilimitado sólo es conocido
de aquel que lo alcanzó.
Es muy otro de cuanto se ha dicho y escuchado.
Ni formas, ni cuerpo, ni extensión, ni aliento
existen en él.
¿Cómo podría decirte lo que es?
Está en el camino de lo infinito,
sobre el que desciende la gracia del Señor,
y el que lo alcanza queda liberado de nacer y de morir.

Kabir dice:
Estos sentimientos no pueden expresarse
con palabras de la boca,
como tampoco pueden escribirse en el papel.

77. ¡Oh, corazón mío!
¡Vámonos al país donde mora el Bienamado!
La enamorada llena allí su cántaro en el pozo,
y sin embargo no tiene cuerda para retirarlo del agua.
En ese país las nubes no cubren el cielo,
pero la lluvia cae allí en ráfagas suavísimas.
¡Oh espíritu puro!
No te quedes sentado en el umbral de tu puerta.
Sal y báñate en esa linfa bienhechora.
Maravillosa comarca
donde reina un perpetuo claro de luna.
Nunca está sombría.
¿Y quién habla de un solo sol?
Ese país está iluminado
por los rayos de millones de astros.

78. Kabir dice:
¡Oh Sadhu! Escucha mis inmortales palabras.
Si quieres tu bien, presta mucha atención:
te has separado del Creador, de quien tú has nacido;
has perdido la razón;
has merecido la muerte.
Todas las doctrinas, todas las enseñanzas, vienen de Él;
en Él se regocijan.
Tenlo por cierto y no tengas miedo.
¡Deja que te dé noticias de esta gran verdad!
¿Qué nombre salmodias? ¿En qué meditas?
¡Sal de semejante laberinto!
Él está en el corazón de todas las cosas.
¿Por qué refugiarte en una vana desolación?
Si colocas al Maestro lejos de ti,
lo único que honras es su alejamiento.
Si realmente el Maestro está lejos,
¿qué es lo que creó este mundo?
Por no creer que Él esté aquí andas errante,
cada vez más lejos, y lo buscas en vano y entre lágrimas.
Allí donde Él está lejos, no se lo puede alcanzar;
donde está cerca, Él es la verdadera felicidad.
Temeroso de que su servidor sufra,
Él lo penetra profundamente.
Conócete, pues, ¡oh Sadhu!,
pues Él está en ti desde la coronilla hasta los pies.
Canta de alegría,
y afiánzate inquebrantable en tu corazón.

79. No soy ni piadoso ni ateo.
No vivo según los mandamientos ni según mi corazón.
Ni hablo ni escucho.
No soy libre ni prisionero.
No tengo afecciones ni desafecciones.
No estoy lejos de nadie; no estoy cerca de nadie.
No iré al infierno ni al cielo.
Me afano por todo, aunque estoy ausente de todo afán.
Pocos me comprenden;
que Aquel que me entiende, halle la paz.
Kabir no trata jamás de crear ni de destruir.

80. El verdadero Nombre no se parece a ningún otro.
Distinguir entre lo condicionado y lo incondicionado
no es más que cuestión de palabras.
Lo incondicionado es el grano;
lo condicionado es la flor y el fruto.
El saber es la rama; el Nombre la raíz.
Busca la raíz. Serás feliz cuando la encuentres.
La raíz te llevará a la rama, a la hoja, a la flor y al fruto.
Será tu encuentro con el Señor,
será la realización de tu gozo;
será la reconciliación de lo condicionado
y de lo incondicionado.

81. En el comienzo,
Él estaba solo y se bastaba a sí mismo.
No había entonces ni comienzo, ni medio, ni fin.
No había ojos, ni noche, ni día.
No había tierra, ni aire, ni cielo, ni fuego, ni agua,
ni ríos como el Ganges y el Jumna;
ni mares, ni océanos, ni olas.
No había vicios ni virtudes,
ni libros sagrados como los Vedas, los Puranas o el Corán.

Kabir reflexiona y dice:
Todo era entonces silencio y paz.
El Ser Supremo
permanecía inmerso en el seno profundo de sí mismo.
El Dueño no come, no bebe, ni vive, ni muere.
No tiene forma, ni color, ni vestido.
No pertenece a un clan, ni a una casta, ni a nada…
¿Cómo podría yo describir su gloria?
No tiene forma y, sin embargo, no está sin formas.
No tiene nombre.
Carece de color y no es incoloro.
No tiene morada.

82. Kabir medita y dice:
Él, que no tiene casta ni país, ni forma, ni cualidad,
llena el espacio.
El Creador ha puesto en el Ser el juego de la dicha,
y de la palabra “Om” nació la creación.
La tierra es su gozo, su gozo es el cielo.
Su gozo es el esplendor del sol y de la luna.
Su gozo es el comienzo, el medio y el fin.
Su gozo es visión, sombra y luz.
Los océanos y las olas son su gozo.
Su gozo, las Saraswati, el Jumna y el Ganges.
El Dueño es uno:
vida y muerte, unión y separación
son los juegos de su gozo.
Sus juegos son el sol, el agua y el universo entero.
Sus juegos, la tierra y el cielo.
En el juego se desarrolla la creación;
en el juego se establece.
El mundo entero -dice Kabir- reposa sobre su juego;
pero el jugador permanece desconocido.

83. El arpa difunde una suave música,
y la danza continúa sin danzantes.
La música se toca sin tañerla;
se escucha sin oídos, pues Él es el oído y el escucha.
La puerta está cerrada;
pero el incienso está en el interior y nadie ve la cita.
El sabio comprende estas palabras.

84. El Mendigo mendiga, pero no alcanzo a verlo.
¿Qué le pediré al Mendigo?
Me da sin que yo le pida nada.

Kabir dice:
Soy suyo, y dejo que se cumpla el destino.

85. Mi corazón reclama la morada de mi Bienamado.
A la que pierde la ciudad de su esposo,
igual le da el gran camino que el abrigo de un techo.
Mi corazón de nada se alegra;
mi espíritu y mi cuerpo divagan sin cesar.
Su palacio tiene un millón de puertas;
pero entre Él y yo media un vasto océano.
¿Cómo lo cruzaré?
No tiene fin, ¡oh amigo!, la extensión de esa ruta.
¡Qué maravillosa obra es esa lira!
Bien templada, arrebata el corazón;
pero rotas las clavijas o distendidas las cuerdas,
ya no interesa a nadie.
Les digo, riendo, a mis padres:
“Es preciso
que vaya a ver esta misma mañana a mi Señor”.
Ellos se encolerizan, no quieren dejarme ir y dicen:
“Esta criatura cree
haber adquirido tan gran dominio sobre su Esposo,
como para obtener de Él todo cuanto quiere;
de ahí su impaciencia por encontrar a su Señor.
Ahora, querido amigo, alza ligeramente mi velo,
que esta es mi noche de amor.

Kabir dice:
¡Escúchame! Mi corazón está impaciente
por encontrar a mi Bienamado;
permanezco en mi lecho, sin sueño.
Acuérdate de mí, cuando despunte el alba.

86. Sirve a tu Dios,
presente en este templo que es la vida.
No seas loco,
pues las sombras de la noche pronto se espesan.
Me ha esperado durante la eternidad de las edades;
por amor a mí, El ha perdido su corazón.
¡Y yo ignoraba la felicidad que tan cerca tenía!
Mi amor aún no se había despertado.
Pero ahora mi amante me ha dado a conocer
el sentido de los sones que percibieron mis oídos.
Ahora he realizado mi felicidad.

Kabir dice:
¡Contempla cuán grande es mi ventura!
¡He recibido la infinita caricia de mi Bienamado!

87. La tormenta se acumula en el cielo.
Escucha la honda voz de su fragor.
La lluvia viene del Oriente
y murmura su monótono plañir.
Presta atención a tus cercados,
para que la lluvia no los invada y los arrase.
Prepara el suelo de la liberación,
y deja que sólo se ahoguen bajo la tormenta
los parásitos del amor y del sacrificio.
Sólo el labrador precavido
podrá festejar el fin de la cosecha.
Sólo él podrá llenar de grano sus vasijas
y alimentar a los sabios y a los santos.

88. Este día me es caro entre todos los días,
porque hoy mi Señor bienamado es huésped de mi casa.
Mi cámara y mi corazón resplandecen con Su presencia.
Mis ardientes deseos cantan Su nombre
y se pierden en Su infinita belleza.
Lavo Sus pies, contemplo Su rostro,
y ante Él me prosterno,
llevándole como ofrendas mi cuerpo, mi alma
y todo cuanto tengo.
¡Qué día de felicidad es este en que mi Bienamado,
mi tesoro, viene a mi casa!
Todos los malos pensamientos
huyen volando de mi corazón, cuando diviso a mi Señor.
Mi amor lo ha conmovido,
mi corazón languidece por Su nombre,
que es la Verdad.

Así canta Kabir, el servidor de todos sus servidores.

89. ¿Qué sabio podría escuchar
la música solemne que se eleva hacia el cielo?
El es la fuente de toda música;
Él llena con ese surtidor, hasta los bordes,
todos los vasos humanos,
permaneciendo desbordante Él mismo.
Aquel que vive corporalmente
siempre está sediento,
porque el objeto de sus afanes es imperfecto,
aunque siempre surgen en él,
y cada vez más hondas,
estas palabras,
donde van fusionados el amor y el sacrificio:
“Él es esto; esto es Él”.

Kabir dice:
Esas son, ¡oh, hermano!, las palabras supremas.

90. ¿Adónde iré,
que aprenda a conocer a mi Bienamado?

Kabir dice:
Jamás hallarás el bosque si no conoces el árbol;
jamás lo encontrarás si lo buscas en las abstracciones.

91. He aprendido el sánscrito;
deja, pues, que todos los hombres me llamen sabio.
Pero ¿de qué me valdrá todo mi saber,
si yerro a la ventura, si mi garganta se reseca de sed,
si me abrasa el ardor de mi deseo?

Kabir dice:
Resulta perfectamente inútil
que lleves en la cabeza toda esa carga
de orgullo y vanidad;
tírala al polvo y corre al encuentro del Bienamado.
Dirígete a Él como a tu Señor que es.

92. Separada de su amado,
la mujer hila en su rueca.
La ciudad de su cuerpo, con el palacio de su espíritu,
se alza en su hermosura.
La rueca del amor, hecha con las joyas del saber,
gira en el cielo.
¡Qué hilos tan sutiles teje la mujer,
y cómo los refina su amor y su respeto!

Kabir dice:
Trenzo la guirnalda de los días y de las noches;
cuando venga mi Amado y toque yo Sus pies,
le ofrendaré mis lágrimas.

93. Bajo el gran quitasol de mi Rey
brillan millones de soles, de lunas y de estrellas.
Él es el Espíritu de mi espíritu.
Él es la Pupila de mis pupilas.
¡Que mi espíritu y mis ojos no formen más que uno!
¡Que mi amor alcance a mi Bienamado!
¡Que la fiebre ardiente de mi corazón
pueda encontrar alivio!
Kabir dice:
Cuando el amor y el Amado se unen,
es cuando el amor alcanza la perfección.

94. Mi país, ¡oh santo!, es un país sin dolor.
Les clamo a todos a gritos:
al rey como al mendigo, al emperador como al fakir.
¡Quien quiera que busque abrigo junto al Altísimo,
que venga a mi país!
¡Que venga el triste y fatigado y deposite aquí su fardo!
Ven aquí, hermano,
para que puedas pasar más fácilmente a la otra orilla.
Este es un país sin tierra ni cielo, sin luna ni estrellas.
La radiante Verdad es lo único que brilla
en el triunfo de mi Señor.

Kabir dice:
¡Oh, hermano amadísimo!
Nada es esencial sino la Verdad.

95. Estuve con mi Señor en la casa de mi Señor,
pero no viví con Él;
ignoré Sus caricias, y mi juventud pasó como un sueño.
En la noche de mis bodas,
mis amigas cantaban a coro;
me ungieron con los ungüentos de la alegría y del dolor.
Pero al concluir la ceremonia abandoné a mi Señor,
y me fui;
mis amigas, en el camino,
intentaron en vano consolarme.

Kabir dice:
Iré a la casa de mi Señor, con mi Amado a mi lado,
y haré entonces que suene la trompeta del triunfo.

96. Reflexiona bien, ¡oh, dulce amigo de mi corazón!
Si verdaderamente amas, ¿por qué duermes?
Si lo has encontrado, date a Él enteramente y únete a Él.
¿Por qué lo pierdes después de haberlo hallado?
Si una profunda necesidad de sueño cierra tus ojos,
¿por qué perder el tiempo haciendo la cama
y arreglando las almohadas?

Kabir dice:
Te he enseñado las vías del amor.
Aunque hubieras de ofrendar tu cabeza, ¿para qué llorar?

97. El Señor está en mí, el Señor está en ti,
como la vida está en cada simiente.
Renuncia a un falso orgullo, ¡oh, mi servidor!,
y busca en ti a tu Señor.
Un millón de soles irradia Su luz.
Un océano azul se extiende en el cielo.
La fiebre de la vida se aplaca
y todos mis pecados se lavan
cuando permanezco en el seno mismo del mundo.
Escucha las campanas y los tambores de la Eternidad. ¡Regocíjate en el amor!
La lluvia cae sin agua y los ríos son torrentes de luz.
Sólo el Amor puede penetrar en ese mundo,
y pocos son los que saben estas cosas.
Están ciegos los que quieren verlas a la luz de la razón,
de esa misma razón que es la causa del alejamiento.
¡El Palacio está tan distante de la razón!
¡Bendito Kabir, que puede,
en el seno de la dicha infinita,
cantar en sí mismo el cántico
del encuentro del alma con el Alma,
el cántico del olvido de las penas,
el cántico que supera todo cuanto penetra en nosotros
y todo cuanto emana de nosotros!

98. Se acerca el mes de marzo.
¿Quién me unirá a mi Bienamado?
¿Cómo encontraré palabras
para expresar la hermosura de mi Amado?
Él y la belleza son una misma cosa.
Su color está en todas las imágenes del mundo;
es un hechizo del cuerpo y del espíritu.
Quienes conocen su hermosura
saben cuán inefables son los juegos de Su creación.

Kabir dice:
Oyeme, hermano mío:
pocos son los que han hecho ese descubrimiento.

99. Sé, ¡oh, Narad!,
que mi Amado no puede estar lejos.
Cuando mi Amado se despierta, yo me despierto;
cuando Él duerme, yo duermo.
¡Aniquilado sea quien aflija a mi Bienamado!
Allí donde se cantan Sus alabanzas, allí vivo yo.
Cuando Él camina, yo camino ante Él.
Mi corazón suspira por mi Bienamado.
Una peregrinación sin fin se sucede a Sus pies,
y millones de devotos se prosternan sobre ellos.

Kabir dice:
El Bienamado revela, Él mismo,
la gloria del verdadero amor.

100. ¡Cuelga hoy mismo el columpio del amor! Suspende tu cuerpo y tu espíritu
entre los brazos del Bienamado,
para un éxtasis de los goces del amor.
Acerca los ojos al torrente de lágrimas
de los nubarrones cargados de lluvia,
y cúbrete el corazón
con las sombras de la noche.
Aproxima el rostro a Su oído,
y murmúrale las más hondas aspiraciones de tu alma.

Kabir dice:
¡Escúchame, hermano! Lleva la visión de tu Bienamado en el corazón

Los poemas de Kabir

1. ¿Dónde me buscas, oh, servidor mío?
2. Inútil preguntar a un santo…
3. ¡Oh, amigo! Espera en Él durante tu vida…
4. No vayas al jardín florido…
5. ¿Cómo podré, ¡oh, hermano!, renunciar a Maya?
6. La luna brilla en mi interior…
7. Cuando se revela a sí mismo…
8. El vaso terrestre acuna las campiñas…
9. ¿Cómo podría yo jamás pronunciar esas palabras misteriosas?
10. Atrajiste mi corazón hacia ti, ¡oh, Fakir!
11. Antes, yo jugaba día y noche con mis compañeras…
12. Cuéntame, ¡oh, cisne!, tu antigua historia…
13. ¿Quién te servirá, oh Señor increado?
14. El río y sus olas forman una misma superficie…
15. Donde reina la Primavera…
16. Entre los polos de lo consciente y de lo inconsciente…
17. La luz del sol, de la luna y de las estrellas
18. La región central del cielo…
19. ¡Oh, corazón mío!
20. ¿Qué ribera quieres alcanzar, corazón mío?
21. Cada morada enciende sus lámparas…
22. Mi corazón suspira, ¡oh, hermano!
23. Las sombras de la noche…
24. Llevo en el fondo del corazón…
25. Mi Señor se oculta…
26. Todas las cosas son creadas por Dios…
27. La misericordia de mi verdadero Maestro…
28. Ante lo incondicionado…
29. Cuando me instruí en la doctrina de los ascetas…
30. Sobre ese árbol hay un ave…
31. Día y noche me apesadumbra una cruel angustia…
32. ¡Danza, corazón mío!
33. ¿Cómo podría quebrarse el amor que nos une?
34. ¡Tristes están mi espíritu y mi cuerpo!
35. ¡Despierta, oh, amiga, no duermas más!
36. Cuando el sol brilla…
37. La cerradura del error…
38. El cuerpo, ¡oh, amigo!, es Su lira…
39. Amo muy de veras…
40. Nada mejor, ¡oh santo hombre!…
41. En los baños sagrados no hay más que agua…
42. Me río cuando oigo decir…
43. El pendón oculto se halla izado
44. ¿Quién eres?
45. ¡Oh santo!
46. Es un árbol extraño…
47. He aplacado la angustia de mi alma…
48. Lo que tú ves no existe…
49. La flauta del Infinito…
50. ¡Me acucia, caro amigo…
51. Cuando estoy separada…
52. ¿Qué flauta es esa cuya música me llena de alegría?
53. ¿No has oído los acordes de la misteriosa música?
54. ¡Sutil es el sendero del amor!
55. Es verdadero Santo…
56. Recibe la palabra…
57. ¡Vacía la copa! ¡Embriágate!
58. Si no conoces a tu propio Señor…
59. La dulzura de vagar…
60. Cuando, al fin, hayas encontrado el océano de la felicidad…
61. ¿Quién le ha enseñado a la viuda…
62. ¿Por qué, corazón mío…
63. ¡Cuán difícil me es encontrar a mi Señor!
64. Cuando ya me extraviaba…
65. El asceta tiñe sus vestiduras…
66. No sé cuál es mi Dios.
67. Cuando escucho la melodía…
68. Si Dios está en la mezquita…
69. Aquel que es modesto…
70. Reúnete con los buenos…
71. La joya se ha perdido en el fango…
72. El palanquín ha venido por mí…
73. No conoces, ¡oh, corazón mío!…
74. Los Vedas dicen…
75. ¡Abre tus ojos de enamorado…
76. En Él se perpetúa la creación…
77. ¡Oh, corazón mío!
78. Kabir dice: ¡Oh Sadhu!…
79. No soy ni piadoso ni ateo…
80. El verdadero Nombre…
81. En el comienzo…
82. Kabir medita y dice…
83. El arpa difunde una suave música…
84. El Mendigo mendiga…
85. Mi corazón reclama…
86. Sirve a tu Dios…
87. La tormenta se acumula en el cielo…
88. Este día me es caro…
89. ¿Qué sabio podría escuchar…
90. ¿Dónde iré que aprenda…
91. He aprendido el sánscrito…
92. Separada de su amado…
93. Bajo el gran quitasol …
94. Mi país, ¡oh santo!…
95. Estuve con mi Señor…
96. Reflexiona bien…
97. El Señor está en mí…
98. Se acerca el mes de marzo…
99. Sé, ¡oh Narad!…
100. ¡Cuelga hoy mismo el columpio del amor!

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MÁS POEMAS

¿A qué playa te encaminarías, corazón mío?
Nadie te precede; no hay camino.

No hay agua, ni barca, ni barquero.
No hay ni siquiera una cuerda para remolcar la barca,
ni barquero para jalarla.

Sé fuerte y entra en tu propio cuerpo,
pues ahí es firme tu asidero.

Allá,
no hay lluvia,
océano, sol, ni sombra.

Allá,
no hay creación ni destrucción,
ni vivos ni moribundos,
ni la huella de la tristeza o la alegría.

Allá,
no hay ni soledad ni meditación.
nada es medido, nada desperdiciado,
nada es ligero, nada pesado.

Allá, nadie es poderoso ni débil.
Allá, no hay ni noche ni día.
Allá, no hay agua, aire, ni fuego.
Allá, sólo el verdadero Gurú
lo permea todo

¿A quién debo acudir para aprender sobre mi Amado?

Kabir dice:

“Del mismo modo que si ignoras el árbol

puede que nunca encuentres el bosque,

también puede que nunca le encuentres en abstracciones”.

¡Oh, sadhu! Mi tierra es una tierra sin pesar.

Se lo grito bien alto a todos: al rey y al mendigo,

al emperador y al faquir:

Deja que todos los que buscan cobijo en lo más alto,

vengan y se queden en mis tierras.

Deja que el fatigado venga y deje aquí su carga.

Vive pues aquí, hermano mío,

desde donde podrás fácilmente cruzar a la otra orilla.

Éste es un país sin tierra ni cielo,

sin luna ni estrellas

porque solamente el fulgor de la verdad

brilla en el durbar de mi Señor.

Kabir dice:

“¡Oh, querido hermano!

Nada es esencial excepto la verdad”.

¿De qué sirven las palabras,
cuando el amor ha embriagado el corazón?

La bandera oculta
está plantada en el templo del cielo;
ahí se extiende el dosel azul,
embellecido con la luna
cuajado de brillantes joyas.
Ahí está brillando la luz del sol y la de la luna;
Aquieta tu mente en silencio ante ese esplendor.

Kabir dice: El que ha bebido de este néctar,
vaga como un loco”.

¡Oh, servidor!, ¿dónde me buscas?
¡Mira! ¡Estoy junto a ti!
No estoy en los templos, ni en las mezquitaa
ni en la Kaaba, ni en Kailash.

Tampoco estoy en los ritos, ni en las ceremonias,
ni en el Yoga, ni en las renunciaciones.
Si eres un verdadero buscador, ahora mismo, de inmediato, sin dilación,
puedes verme.

Dice Kabir:
“¡Oh, Sadhu! Dios es el aliento de todo lo que respira”.

Inútil es preguntarle a un santo a qué casta pertenece;
el sacerdote, el guerrero, el artesano y las treinta y seis castas,
buscan por igual a Dios.

Es necedad preguntar
a qué casta pertenece un santo.
El barbero, la lavandera y el carpintero,
todos buscan a Dios.
Hasta Raidas busca a Dios.
El Rishi Swapacha pertenecía a la casta de tintoreros.
Tanto hindúes como musulmanes Le buscan a Él,
al que no se encuentra en las distinciones.

¡Oh, amigo!
Espéra-Le mientras vivas,
conóce-Le mientras vivas,
comprénde-Le mientras vivas,
pues en esta vida está la liberación.

No es sino sueño pensar que a Él,
al dejar el cuerpo, el alma se unirá:
Si ahora lo hallaste, también después lo hallarás; si no, será morar en la Ciudad de la Muerte.
Si la unión se alcanza en el Presente,
mañana seguirá.
Sumérgete en la Verdad; conoce al Maestro verdadero, ten fe en el auténtico Nombre:
“Lo esencial es la búsqueda.
Soy esclavo de la esencia de la búsqueda”.

Si no te desprendes de tus apegos mientras vives,
¿qué liberación hallarás en la muerte?

¡No te desplaces al jardín lleno de flores!
¡Oh amigo! no vayas allí.
En tu cuerpo está el jardín florido.
Siéntate sobre los mil pétalos de loto
y contempla allí la infinita Belleza.

¿Veré amanecer el día, ¡Oh Madre Divina!,
en que al pronunciar Tu Nombre
afluya a mis ojos un torrente de lágrimas
inundando los bancos de arena de mi ignorancia,
y que acabe con la aridez de mi corazón?

¿Florecerá el loto luminoso de la sabiduría,
que disipe para siempre mis tinieblas?

¡Oh Madre Cósmica Omnipresente,
ven a mí en forma humana tangible!

Solo Tu rostro de infinita bondad puede
desterrar para siempre mi dolor.

Los santos Pies de mi Divina Madre,
la Diosa consorte del Dios Eterno,
forman el lago del néctar.

Si la mente se sumerge en este lago de inmortalidad,
de poco sirven los ritos sagrados.

El alma del devoto de mi Divina Madre,
se encuentra en esta vida liberada de las ataduras del mundo.

En verdad su esencia es la dicha eterna.

Si uno ultraja y el otro toma represalias,
habrá una lluvia de ultrajes.
Pero, en el caso de que no haya represalias,
el asunto terminará.

Donde hay compasión, hay religión.
Donde hay codicia, hay pecado.
Donde hay ira, hay negación.
Donde hay perdón, allí está el Señor Mismo.

Todas las rencillas y peleas
emanan de los ultrajes.

Ningún poder sobre la tierra puede herir
al protegido por el Gurú.

Las palabras de una persona viciosa
son como múltiples flechas
que sólo los santos pueden tolerar.
Si un rayo cae en el mar,
¿qué daño le puede hacer?

Sólo hay agua en los balnearios sagrados;
sé que de nada sirve, pues me he bañado en ella.
Carentes de vida son las imágenes:
no pueden hablar;
lo sé, porque a gritos he llorado ante ellas.
Nada más que palabras son el Corán y los Puranas;
he descorrido el velo y lo he visto.

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LA REVOLUCIÓN: SOBRE LA POESÍA Y LAS CANCIONES DE KABIR (POR OSHO)
CAPITULO I

UNA LLAMADA CON LA MANO

En las fuentes sagradas sólo hay agua, lo sé, me he bañado en ellas.
Los dioses esculpidos en madera y marfil no pueden hablar.
Lo sé, les he estado clamando.
Los libros sagrados de Oriente sólo son palabras. He ojeado sus portadas por encima.
Kabir sólo habla de lo que ha vivido.
Si no has vivido algo, no es verdad.
He estado pensando en la diferencia entre el agua y las olas que surgen en ella, el agua sigue siendo agua que vuelve a caer.
Es agua. ¿Puedes darme algún indicio para diferenciarlas?
Simplemente porque a alguien se le haya ocurrido la palabra «ola», ¿acaso tengo que diferenciarla del «agua»?
Dentro de todos nosotros hay un ser secreto; los planetas de todas las galaxias pasan por sus manos como si fuesen cuentas.
Es un rosario de cuentas que uno debería mirar con ojos resplandecientes.

Los dioses del pasado están muertos y no los podemos resucitar. Ya no son relevantes para la conciencia humana; han sido creados por una mente inmadura. El hombre ha madurado. Ahora necesita una visión diferente de los dioses, otro tipo de religión. Necesita que le liberen de su ayer, porque sólo así será posible el mañana. Para que llegue lo nuevo, tiene que morir lo viejo.
Afortunadamente, han desaparecido los antiguos dioses, pero a la humanidad le cuesta decirles adiós. Se ha acostumbrado a ellos. Han servido de gran consuelo, alivio y utilidad, daban una cierta seguridad. Al abandonarlos se siente miedo, se siente temor.
La mente quiere quedarse con lo conocido porque le es familiar, lo conoce. La mente siempre tiene miedo de ir hacia lo desconocido. Lo desconocido, por una parte, es un reto, atrae, y por otra provoca temor. Es impredecible, no se puede saber de antemano cuál será el resultado. Pero la mente siempre es ortodoxa, convencional. La mente es la convención, es tradicional, es la tradición. De modo que el problema siempre está presente, la mente se aferra al pasado y la vida quiere ir hacia el futuro, y hay un tira y afloja constante entre la mente y la vida.
Los que eligen la mente están muertos. Los que eligen la vida en contra de la mente son la chispa de la vida.
No es simplemente que los dioses del ayer estén muertos, sino que el mismo concepto de un dios personal ha dejado de tener sentido. En el futuro no habrá dioses y ni siquiera habrá un dios, sólo habrá divinidad. Intenta comprenderlo. En el futuro dios no podrá tener forma, y si insistes en la forma no habrá religión. Sólo es concebible la ausencia de forma; no una persona, sino una cualidad; no un ser, sino una energía; no un dios, sino divinidad; no una religión en particular —cristianismo, hinduismo, islamismo—, sino religiosidad. Si puedes darte cuenta de esto, tu vida experimentará una gran transformación. El ser del futuro es aquel que puede entender que hay que abandonar a Dios en favor de la divinidad, y que las religiones tienen que desaparecer en favor de la religiosidad. Y yo sólo hablo para las personas que pertenecen al futuro. No me interesan los muertos, no me interesan los cementerios. Los cementerios pueden ser muy bonitos… pero no se trata de eso, siguen siendo cementerios. La vida es una aventura. Una aventura constante, una aventura constante hacia lo desconocido. Ahí es donde diverge el camino de la lógica y la vida. La lógica se queda con lo antiguo. La lógica no puede dar un salto, no puede dar un salto cuántico, su propia naturaleza se lo impide. Tiene que ir paso a paso, tiene que observar cada premisa. La conclusión es algo que estaba implícito en las premisas y se ha manifestado; no es nada nuevo. La lógica nunca llega a nada nuevo, sólo hace que lo antiguo se manifieste. Hace que lo antiguo se entienda, que esté claro, transparente. Pero nunca llega a nada nuevo. No puede hacerlo porque dentro de lo antiguo no hay un contexto para lo nuevo. Por eso es nuevo, porque no parte de lo antiguo. Es absolutamente nuevo. No sale de ninguna parte; sale de la nada. No se origina en el pasado.
Por eso afirmo que se trata de un salto cuántico. No va paso a paso, no sigue un razonamiento. No es un silogismo, sino una canción; y surge de tu ser, si tú se lo permites. Es misterioso. No se puede explicar, porque todas las explicaciones surgen del pasado. Se mantiene sin explicación. Ésa es su belleza, su misterio, su magia y su prodigio. Es una experiencia ¡Ajá!
Es algo que se puede tener, sin embargo, no se puede plasmar en una teoría. En cuanto lo haces, la vida se convierte en muerte, reduces la vida a muerte.
En el momento que intentas analizar algo —y explicación significa análisis, disección— estás destruyendo su unidad orgánica. Fíjate en una rosa, está ahí con toda su belleza, pero no tiene explicación, es inexplicable. Está ahí para quererla, para celebrarla. Puedes bailar a su alrededor, puedes sentarte en silencio con ella y te proporcionará mucha felicidad y clarividencia; pero la mente necesita explicaciones. La mente dice: «¿Cuál es el significado de una rosa?». No tiene ningún significado. Está más allá del significado. Estás buscando una explicación de por qué existe la rosa y para qué, y así pierdes todo contacto con su realidad, estás absorto en la mente, que procede del pasado. De ese modo puedes compararla con otras flores o diseccionarla e intentar captar su realidad por medio del razonamiento.
Cuando llegas a entenderla —podrás entender su química, pero no su poesía—, cuando llegas a entender su química, cuando puedas darle una explicación, la rosa habrá desaparecido. La flor habrá dejado de existir. Tendrás en tus manos algunas sustancias químicas que no son la flor. Puede que sean lo que la constituye, pero no su unidad orgánica. Eso es lo que quiero decir con poesía. Cuando una cosa es más que la suma total de las partes, hay poesía. No se puede reducir el todo a la parte, porque el todo tiene algo que la parte no puede tener: unidad orgánica. No se puede aprehender, no se puede asir con la mano, no se puede resumir en una teoría, no se puede escribir un trabajo científico acerca de ello. No se puede agarrar, es inasible. Cuanto más lo persigues, más se te escapa. Para conocerlo de verdad tienes que disfrutarlo, tienes que amarlo.
Pero el amor no da explicaciones. Da mucha clarividencia, intuición, visión, pero no tiene explicaciones. No se puede plasmar en una doctrina, en un dogma. El futuro les pertenecerá a quienes tengan poesía en el corazón. El pasado ha sido demasiado lógico. Hasta las personas «religiosas» eran eminentemente lógicas. Hilaban y tejían la lógica en nombre de la teología; creaban la filosofía en el nombre de Dios. En el pasado, la forma más elevada de religión era la filosofía, y la forma inferior era la superstición. Pero ambas son falsas. La religión tiene que ser poética, necesita que haya un cierto misticismo.
Kabir es un precursor, un heraldo del futuro, la primera flor que anuncia la primavera. Es uno de los grandes poetas de la religión. No es un teólogo, no pertenece a ninguna religión. Todas las religiones le pertenecen, pero él es lo suficientemente grande como para contenerlas a todas. No le define ninguna religión en particular. Es hinduista, musulmán, cristiano, jainista y budista. Es enormemente bello, muy poético; es una gran orquesta.
Y era completamente analfabeto. Era un hombre humilde; un tejedor. Esto es algo insólito en la India porque Buda era el hijo de un rey, lo mismo que Mahavira, Rama o Krishna.

La India siempre ha tenido mucho interés en la riqueza, a pesar de que sus gobernantes vayan diciendo por el mundo que es espiritual. Ha sido muy materialista y no ha sido sincera al respecto. Incluso cuando hablan en contra de las cosas materiales, los indios están siendo materialistas. Si alaban a Buda es porque renunció a su reino; siguen valorando el reino. Si lo veneran es porque renunció a toda su riqueza.
Kabir es un hombre poco corriente, es un hombre humilde. Con Kabir, por primera vez, se reconoce a un hombre humilde como hombre de Dios. Hasta entonces, siempre había sido monopolio de reyes, príncipes y personas acaudaladas.

Kabir es el Jesucristo de Oriente. Jesucristo también era analfabeto —era hijo de un carpintero— y hablaba como Kabir. Hay muchas similitudes entre los dos. Los dos pertenecen al mismo mundo, son muy llanos, pero ambos tienen grandes percepciones. No son sofisticados, cultos ni civilizados. Tal vez por eso sus palabras sean tan potentes. Su sabiduría no proviene de la universidad, jamás fueron a la escuela. Su sabiduría es sabiduría popular, surge de su propia experiencia; no es algo que hayan aprendido, no es intelectual. No son sabios ni eruditos, sino gente corriente. En Oriente, con Kabir, el hombre pobre llega, por primera vez, a proclamar la belleza de Dios. Para un pobre es muy difícil proclamar la gracia de Dios, es muy difícil ser religioso. En mi opinión, un hombre rico que no sea religioso es estúpido. Si eres rico es inevitable que tengas una conciencia religiosa. No tienes que estar tan atento porque tu propia riqueza te demuestra la futilidad de este mundo. Cuando lo tienes todo, es inevitable que te vuelvas religioso, porque si puedes tener todo lo que quieras, hasta un tonto se daría cuenta de que no hace falta ser demasiado inteligente para ver que «lo tengo todo y dentro de mí no hay nada». Si no le sucede esto a un rico es porque es muy tonto, es absolutamente idiota.
Para un pobre es muy difícil ser religioso, tiene que ser muy inteligente porque no tiene nada. Si eres pobre es muy difícil que te des cuenta de que el mundo no tiene sentido. No lo has experimentado; hay que tener mucha perspicacia para ver la futilidad de todo lo que no tienes. Por eso aprecio más a un Jesucristo o a un Kabir que a un Buda o un Mahavira. Ellos lo tenían todo; vivieron la vida. Buda tenía a su alcance a todas las mujeres hermosas de su reino. Es normal que se diera cuenta de que la belleza física no tenía ningún valor, que era un sueño. Tenía todos los lujos que se pudieran desear hace veinticinco siglos. Si él fue capaz de darse cuenta de que no nos satisfacen, no hay que ser muy inteligente. No nos satisfacen, podemos demostrar con la experiencia que sigue habiendo la misma insatisfacción.

Pero para Kabir o Jesucristo era mucho más difícil. No eran reyes sino personas humildes; ni siquiera tenían cubiertas sus necesidades básicas. Todavía podían seguir esperando, soñando, deseando. Hay que ser un gran genio para darse cuenta de que el mundo no tiene sentido. De modo que, aunque Kabir es analfabeto, tiene una gran inteligencia y una visión tan penetrante que es capaz de ver la futilidad de lo que no conoce. Su percepción es tan fina que puede VERLO sin necesidad de tenerlo en sus manos. Entrevé, por primera vez, una futura religión.

La religión futura no se basa en los rituales. No habrá mucha veneración y sí mucha celebración. De hecho, la celebración es la única forma de venerar. Se bailará y cantará mucho, pero a ningún dios en particular, sino a la existencia misma. Será un efluvio del corazón, una comunión del corazón. Basta con bailar sin que sea para alguien. Basta con cantar sin que vaya dirigido a nadie. Basta con rezar sin que sea en un templo, una iglesia o una mezquita. De hecho, ni siquiera hay que rezar, basta con tener un corazón devoto. Será una religión que no estará reducida a una doctrina, a un dogma; una religión que no te proporcionará una filosofía, y, sin embargo, te dará una visión de una dimensión de la realidad diferente.

Kabir, recuerda, fue un rebelde. Yo hago una gran distinción entre rebelde y revolucionario. Un revolucionario no es muy revolucionario. Un revolucionario está en contra de algo pero es un extremista. Lo ortodoxo, convencional, tradicional es de derechas y lo revolucionario es de izquierdas, pero están jugando el mismo juego. Así como la mano derecha y la izquierda pertenecen a la misma persona, una mentalidad de derechas o de izquierdas pertenece a la misma mente. He oído hablar de un gran santo ruso que se llamaba Avvakum. Él creía que había que hacer la señal de la cruz con dos dedos (que simbolizan la naturaleza dualista de Jesucristo; Jesucristo es a la vez hombre y Dios), y no con tres dedos (que simbolizan la trinidad). Era considerado un revolucionario.
¿Que tontería es ésta? ¿Qué diferencia hay entre hacer la señal de la cruz con dos dedos o con tres? Pero se le consideraba un gran santo revolucionario. Y la gente debía de creer en esto firmemente porque lo crucificaron, lo mataron. Los que asesinaron eran idiotas y Avvakum tampoco debía de ser muy inteligente. Fue tan inflexible sobre esta cuestión que al final, cuando por cortesía de la Iglesia se lo tragaron las llamas en 1682, él se santiguó desafiante y provocadoramente con dos dedos.

¿Qué es lo revolucionario de esto? Es intrascendente que se trate de dos o tres dedos. Nuestros revolucionarios siempre son así. Los ortodoxos son idiotas y los revolucionarios tampoco son muy inteligentes. Hacen lo mismo, pero en el polo opuesto. Pero se trata de polos que tienen la misma energía, el mismo tipo de mente.
La religión no es revolucionaria, no es ortodoxa, es rebelión. Estas nuevas dimensiones no están ni a la derecha ni a la izquierda, sino por encima. Encima es un planteamiento completamente nuevo cuyas premisas y metas trascienden los arriba y abajo convencionales. Tanto derecha como izquierda son convencionales, están abajo. La rebelión es una dimensión que está arriba, no está a la derecha ni a la izquierda. Es un tipo de energía totalmente nuevo, va hacia arriba; tiene otra visión de la vida.

Kabir cree en la dimensión superior. ¿Qué es arriba? El pasado está abajo, lo viejo está abajo, lo conocido está abajo.
Lo que no nos es familiar, lo desconocido, lo misterioso, está arriba. No pertenezcas nunca a la dimensión de lo que está abajo. Ahí es donde está todo el mundo. Los cristianos, los hinduistas, los musulmanes, los jainistas y los budistas siguen viviendo como si todavía fueran a cuatro patas. No vuelan. La religión te otorga alas para volar hasta el infinito.

Deberás tenerlo en cuenta cuando escuches los sutras de Kabir. Te chocará, te hará pedazos la mente. Te destruirá por compasión y generará dentro de ti una especie de vacío, porque Dios sólo puede existir en ese vacío; Dios como divinidad. Sólo en ese vacío hay meditación, sólo en ese vacío empiezas a ver por primera vez. Nicolás de Cusa señaló que la palabra Deus proviene de theoro. Theoro es una hermosa palabra de la que se deriva «teoría». «Teoría» se ha vuelto algo muy feo, pero «theoro» es una palabra hermosa, simplemente quiere decir «veo».

La religión te da ojos, es claridad. Pero recuerda, la claridad no te da explicaciones aunque te permite vivir, te permite amar. La claridad no te da significados sino significación. Son dos cosas distintas. El significado es algo mental, la significación es una experiencia vital, existencial. He oído que Albert Einstein solía decir: «La religión sin ciencia está ciega, y la ciencia sin religión está coja». Yo estaría de acuerdo haciendo un pequeño cambio, pero es un cambio sustancial. Einstein dice: «La religión sin ciencia está ciega». Eso no es correcto, sería mejor al revés: «La religión sin ciencia está coja, y la ciencia sin religión está ciega», porque la religión te da ojos. Te da una percepción de la realidad, una percepción exterior e interior. Sí, es cierto, la ciencia sin religión está coja, no puede andar. Esto se puede comprobar en Oriente, Oriente está cojo, realmente cojo. Y Occidente está ciego, realmente ciego. La ciencia te da energía, poder, velocidad, tecnología, pero no te aclara qué hacer con todo ello. Te da percepción de la materia, pero no de tu propio ser. De modo que esta percepción de la materia se va convirtiendo en más tecnología cada vez sin que sepamos qué hacer con ella. Si tienes tecnología tienes que saber qué hacer con ella. La ciencia te da poder sin darte sabiduría, ése es el peligro. Y la religión te da sabiduría sin darte poder, ése es el peligro. En Oriente, la gente tiene ojos pero no tiene poder para hacer nada.

En el futuro habrá otro tipo de síntesis; la ciencia y la religión se encontrarán y se fundirán. Entonces el hombre no estará cojo ni ciego. El enfoque de Kabir te dará muchos atisbos del futuro, del tipo de religión que podrá existir. Muchas veces te escandalizará, te molestará. Pero recuerda que el crecimiento siempre es doloroso, y con Kabir puedes crecer mucho.
A Kabir no le interesa darte respuestas porque sabe perfectamente que no hay respuestas. El juego de las preguntas y las respuestas no es más que un juego; eso no significa que Kabir no contestara las preguntas de sus discípulos, lo hacía, pero lo hacía jocosamente. Hay que recordar esta característica. Él no era un hombre serio; ningún sabio puede serlo.
La seriedad forma parte de la ignorancia, la seriedad es una sombra del ego. Un sabio nunca es serio. Al menos con Kabir las respuestas no pueden ser serias, porque cree que la vida no tiene sentido y no cree que haya que distanciarse de ella para observarla y encontrar su significado. Él cree en la participación. No quiere que te conviertas en un espectador, un especulador, un filósofo. Él dice: ¡salta a la vida!, hazte parte de ella, late con ella. Y así podrás saber, aunque luego no seas capaz de transferir tu conocimiento por medio de las palabras a nadie. La verdad no se puede transferir. Pero te convertirás en la verdad, serás una luz en la noche oscura de la vida y te convertirás en una senda en esta jungla de la vida.

Muchas personas tendrán percepciones en tu presencia, serás un catalizador pero no podrás dar respuestas preconcebidas. No puede haber una respuesta seria a la pregunta sobre el sentido de la vida, porque preguntar sobre la vida es mantenerse al margen pretendiendo no formar parte de ella. Y entonces habrás dado un paso en falso desde el primer momento. Si el primer paso está mal dado, los demás pasos también estarán mal. Las preguntas, como mucho, pueden ser un tipo de juego y hay que disfrutarlas como tales. No hay respuestas correctas sino ligeras. Lo voy a repetir: no hay respuestas correctas, sino respuestas ligeras; los que conocen el juego las dan y las reciben con ligereza.
Ése es el juego entre maestro y discípulo. Lo que Kabir ha dicho no estaba escrito, sino que lo decía dirigiéndose a sus discípulos. Era una efusión espontánea de su corazón. Él era cantante, poeta. Cuando alguien le hacía una pregunta se ponía a cantar una canción espontáneamente. Nadie cantaba canciones como las suyas.

Un iluminado no es más que un necio. Recuerda, mientras estés en compañía de Kabir, que un iluminado no es más que un necio. El darse cuenta de que sólo es un necio es lo que le permite a alguien estar iluminado. «Mi mente es como la de un necio», dice Lao Tzu. Kabir estaría absolutamente de acuerdo. «Qué vacía está —dice Lao Tzu—, tan vacía como la mente de un necio.» La vacuidad no se toma nada en serio, no pone a ninguna cosa por encima de otra. No alaba nada, lo celebra todo.

A Kabir le gusta celebrar. Lo celebra todo, todos los colores de la vida, el arco iris por completo. Lo que dice no es filosofía sino pura poesía. No es religión, sino que indica con la mano, es una puerta medio abierta, un espejo limpio. No es un camino de vuelta a casa, es un camino de vuelta a la naturaleza.

Para Kabir, la naturaleza es Dios: los árboles, las rocas, los ríos, las montañas. No cree en los templos, las iglesias y las mezquitas; sólo cree en la realidad viva. Ahí está Dios, respirando, floreciendo, fluyendo. ¿Y tú adónde vas? Vas a un templo construido por el hombre para adorar un ídolo, también creado por el hombre, a su imagen y semejanza. Kabir os hace salir de los templos y las mezquitas. ¿Qué estáis haciendo ahí? Os hace volver para celebrar la vida.

He oído esta anécdota:

Una vez un estudiante le preguntó al viejo maestro zen, D. T. Suzuki:
—Cuando utilizas el término realidad ¿te refieres a la realidad relativa del mundo físico o a la realidad absoluta del mundo espiritual?
Sin decir nada, Suzuki cerró los ojos. Al cabo de un minuto que pareció mucho más que un minuto, Suzuki abrió los ojos y dijo:
—Sí.

Así es como responde un sabio. Las preguntas no quieren decir mucho, sean las que sean. Las respuestas no quieren decir mucho, sean las que sean. Hay que vivir la vida sin preguntar ni responder, sólo así podrás vivirla en toda su autenticidad.
Por lo tanto, ve a la vida ya que es el único templo en el que puedes encontrar a Dios. Vete en silencio, con inocencia, sin preguntar ni responder, con desconocimiento. Simplemente ve y deja que tome posesión de ti.
No intentes poseer la vida; eso es lo que pretende hacer el ego. No intentes agarrarla, deja que te posea. Deja que te arrolle, que te inunde, y así sabrás. Sabrás de manera tan profunda que no serás capaz de decir: «Yo sé». Lo sabrás tan dentro de ti que no podrás reducirlo a un conocimiento. Sólo lo superficial se puede reducir a un conocimiento. Cuanto más profunda es una verdad, más difícil es reducirla a un conocimiento. El conocimiento es muy anodino y la verdad está muy viva. El conocimiento no tiene sangre, no tiene corazón. La verdad es el latido del corazón, la circulación de la sangre, el aire que respiras, el amor, el baile.

Éstos son los sutras:

En las fuentes sagradas sólo hay agua…

En Oriente se cree en las fuentes sagradas desde hace muchos años. Yendo al Ganges te purificas; no tienes que hacer nada más. Es muy barato y muy fácil de hacer, pero también es muy engañoso; te has dejado engañar por los clérigos. Dice Kabir: «En las fuentes sagradas sólo hay agua». Se provee de un martillo y empieza a destrozar la religión. Para los indios las fuentes sagradas tienen un inmenso valor. El agua, sin duda, limpia el cuerpo, pero no puede limpiar el alma. ¿Cómo puede limpiarte la conciencia? Si has obrado mal, basta con que te des un baño en el Ganges y crees que eso lo arregla. Un día señalado, un seguidor de Ramakrishna le pidió permiso para ir al Ganges. Ramakrishna no era como Kabir. Era muy educado, jamás empuñaría un martillo. Pero la verdad es la verdad. Te golpeaba con una flor y no con un martillo, pero aun así, golpeaba; y, a veces, una flor puede hacer más daño que un martillo.

—Muy bien, vete —le dijo—. El Ganges es muy bonito, te purifica. Pero recuerda, no vuelvas, quédate en el Ganges para siempre, porque en cuanto te vayas, habrá desaparecido el efecto. ¿Has visto los árboles que hay en las orillas del Ganges?
El devoto dijo:
—Sí. Hay unos árboles muy altos.
—¿Alguna vez te has preguntado —dijo Ramakrishna— por qué están ahí?
—No —respondió—, no había pensado en ello.
—Cuando te bañas en el Ganges y te sumerges —dijo Ramakrishna—,
el Ganges es tan puro que, naturalmente, todos tus pecados desaparecen al instante, pero se trepan a esos árboles y, en cuanto pases de vuelta a casa, volverán a saltarte encima.
Están diciendo lo mismo. Pero la forma de hablar de Ramakrishna y de Kabir es diferente. Kabir es brusco, Ramakrishna es educado.
Fijaos en la estupidez de la mente humana. Durante miles de años se ha creído que si vas a una fuente, a un río o a un estanque sagrado, todo se arreglará. Y hay otras personas que creen en otras cosas, como ir a ciudades sagradas como Jerusalén, al Muro de las Lamentaciones o a La Kaba. Es una actitud estúpida. Quieres encontrar una forma fácil de desembarazarte de todo lo que has hecho sin tener que hacerte responsable. No quieres transformarte, por eso buscas cosas fáciles.
Pero tú sigues igual.

El hombre no cambia simplemente por eso. Todas esas cosas fueron un gran consuelo. Un asesino va al río, al río sagrado, se da un baño y vuelve a estar como antes. Es lo mismo que hacen los cristianos al confesarse. Vas a confesarte con un sacerdote y crees que basta con eso. Al día siguiente estás dispuesto a volver a repetirlo. Puedes ir al Ganges todos los años, darte un baño, y así limpiarás todo el año y serás virtuoso. Si te paras a pensarlo, es una estupidez. Pero el ser humano ha vivido así hasta ahora. En nombre de la religión, el hombre sigue posponiendo su transformación. La verdadera religión debería ser una fuerza transformadora. Pero lo que entendemos por religión no ha sido una fuerza transformadora, sino todo lo contrario, un impedimento. Ha sido el mayor obstáculo para la trasformación del hombre. Las personas religiosas se mueven haciendo círculos. Hacen determinadas cosas creyendo que todo irá bien, pero siguen igual. Todos los años van al templo. Pasan las cuentas del rosario, repiten los nombres sagrados, pero siguen igual… no han cambiado un ápice. No cambia nada. En realidad, sus creencias son una forma de protegerse del cambio; sus creencias les defienden, se abrazan a sus creencias para protegerse.
Quieren seguir como están. También quieren sentir el placer de decir que son religiosos, que son más devotos que los demás, que no son gente corriente, que son extraordinarios. Todas estas cosas te hacen soñar que eres extraordinario, superior, más santo. Son películas del ego.

En las fuentes sagradas sólo hay agua.
Lo sé —dice Kabir—, yo me he bañado en ellas.
Los dioses tallados en madera y marfil no pueden hablar.
Lo sé, les he estado clamando.

Kabir lo dice porque lo ha podido experimentar. Él había ido a todos esos sitios: al templo, a la mezquita, al río sagrado y a los lugares sagrados; llevaba mucho tiempo viajando.
Pero lo hacía con los ojos abiertos, observando lo que ocurría. Y no ocurría nada. Lo dice por experiencia propia.
No es un teórico, tenlo en cuenta, y todo lo que dice es porque lo ha experimentado. Su afirmación tiene validez, no está filosofando, cuando dice que en las fuentes sagradas sólo hay agua, no es simplemente un concepto. Él dice:

Lo sé. Me he bañado en ellas. Los dioses tallados en madera y marfil no pueden hablar.

Sin embargo, les seguís rezando. ¡Qué absurdo, qué ridículo.
Tú mismo los has creado! Primero los compras en el mercado y luego empiezas a adorarlos. Se trata de juguetes, de muñecos, pero te sigues engañando. Puedes llegar a estar tan hipnotizado con tu propio engaño que puedes derrochar toda tu vida sin tener un solo atisbo de la verdad.
Destruye todos esos ídolos. Te costará hacerlo porque son un consuelo. Te costará porque te quedarás solo sin un dios al que llorar y rezar. Te quedarás solo en el vasto vacío de la existencia. Pero es el primer paso hacia la realidad, hacia el verdadero Dios, hacia la divinidad.
Despréndete de todas las creencias y todos los ídolos.

Los dioses tallados en madera y marfil no pueden hablar. Lo sé —dice Kabir—, les he estado clamando.

Él había rezado durante muchos años, no sólo rezado, sino llorado amargamente. Había llorado, sollozado y rezado. Cuando de repente, un día, se dio cuenta de un hecho: «¿A quién me estoy dirigiendo? Ahí no hay nadie, ¡el templo está vacío! Dios nunca ha estado ahí. Es un templo construido por los hombres, creado por la estupidez del hombre para que le dé cierta seguridad. Como el hombre no puede estar solo, se inventa a dios. Dios no es más que el deseo infantil de necesitar un padre. Es una obsesión con el padre o con la madre.

Nace el niño. Nace en un entorno seguro, cómodo, de bienestar. La madre le cuida y el padre también, se siente protegido.
Crece rodeado de protección, en una atmósfera de cuidado y cariño, y se acostumbra a eso. Empieza a creer que siempre le cuidarán, protegerán y amarán así. Esto es natural en un niño, porque uno aprende con la experiencia. En un determinado momento tendrá que valérselas por sí mismo. Llegará un día en que su madre morirá, su padre desaparecerá y se quedará solo. Y ahora surge el problema: «¿Quién me va a cuidar? ¿Quién me va a querer? ¿Quién me va a proteger?».
Se ha quedado sin seguridades y empieza a crearse otras ficticias.
Dice: «Dios existe», Dios Padre o Dios Madre.
¿Por qué se dice Dios «Padre»? Tiene algo que ver con tu padre. ¿Por qué se dice Dios «Madre»? Tiene algo que ver con tu madre. Es una proyección, es la realización de un deseo.
Kabir estaría completamente de acuerdo con el enfoque de la psicología moderna. Es una obsesión con el padre, con los padres; tus verdaderos padres ya no están y te inventas unos padres ficticios. No puedes quedarte solo. En el fondo sigues siendo infantil, inmaduro. En el fondo no eres un individuo.

Para ser un individuo hay que liberarse de todos los ídolos y las proyecciones. Para ser un individuo hay que vivir en la inseguridad, sin armaduras. Hay que ser vulnerable, no estar protegido, hay que vivir peligrosamente. Pero como tienes miedo, creas un dios. Tu dios surge del miedo.
El verdadero Dios no surge nunca del miedo. ¿De dónde surge? Surge del amor. Y el falso dios surge del miedo. Tenlo en cuenta: siempre que rezas por miedo, tu oración será falsa, será una pérdida absoluta de tiempo. Cuando rezas por amor, tu oración es verdadera. Sólo el amor es verdad. Pero hay que comprender la diferencia. Cuando rezas por miedo le pides a algún dios en el cielo que te quiera. Eso es mendigar. Cuando eres niño, necesitas un padre. Tu padre te ha traicionado porque ha muerto, tu propia madre tampoco te ha sido leal para siempre. Ahora necesitas un padre o una madre para siempre, un padre o una madre inmortales, eternos. Pero lo que quieres es amor.
Un niño quiere amor y un hombre adulto da amor, ésa es la diferencia entre un niño y un adulto. Los «adultos» no son todos adultos. El verdadero crecimiento no es envejecer, sino desarrollar la conciencia. Envejecer no significa necesariamente crecer, puede ser simplemente el paso del tiempo. Envejeces pero no creces. Te haces más viejo pero no más sabio.
El niño sólo recibe. Es natural, no puede dar, sólo puede recibir. Recibe leche de su madre, sin darle nada a cambio. Ni siquiera puede dar las gracias; simplemente recibe. Lo recibe sin estar agradecido, ni siquiera tiene la madurez necesaria para sentir gratitud. Da por sentado que las cosas son así y así es como deberían ser.

Cuando llegas a la edad adulta empiezas a dar, empiezas a compartir tu amor… Ése es uno de los mayores problemas que debe afrontar todo ser humano. Yo lo compruebo todos los días. Las parejas acuden a mí con mil y un problemas, pero no son problemas reales. El verdadero problema es la inmadurez de ambos, los demás problemas sólo son excusas. Ambos son inmaduros, ambos buscan amor, pero ninguno de ellos es lo suficientemente maduro como para darlo. Ése es el problema: son dos mendigos mendigándose mutuamente, pero ninguno está dispuesto a dar, ninguno tiene nada que dar. Evidentemente, los dos se enfadan mucho. Fíjate. ¿Por qué amas a alguien? ¿Acaso quieres que te amen? En ese caso, es infantil. O quieres compartir tu amor, tienes tanto amor que te gustaría compartirlo, te gustaría darlo; en ese caso es madurez. El amor inmaduro es un mendigo, el amor maduro es un rey.

Por tu inmadurez creas un dios inmaduro, tan inmaduro como tú. Por amor empiezas a ver a Dios, o mejor dicho, la divinidad. El amor te da ojos para ver que toda la existencia está colmada de divinidad. Entonces ya no llamas a Dios «Padre » o «Madre»; de hecho, dejas de darle un nombre.
Lao Tzu dice: «No sé Su nombre, por lo que lo llamaré Tao, pero sólo para indicar que no sé Su nombre».
La divinidad no tiene nombre, no tiene limitaciones. La encontrarás allí donde esparzas tu amor. Si esparces amor sobre un árbol, ese árbol se convierte en Dios; si esparces amor sobre una mujer, esa mujer se convierte en diosa; si esparces amor sobre un hombre, ese hombre se convierte en dios. Allí donde derrames amor, el amor hace posible que se produzca el milagro y descubras a Dios. La forma de descubrir a Dios es derramando amor.
Pero tus dioses no son dioses que hayas descubierto, los has inventado; los has inventado por miedo.

Todos los dioses tallados en madera y marfil no pueden hablar.
Lo sé —dice Kabir—, les he estado clamando.
Los libros sagrados de Oriente sólo son palabras.
He ojeado sus portadas por encima.

Si intentas ojear los libros sagrados por encima, sólo encontrarás basura. Basura de hace muchos siglos, bazofia. Pero tendrás que ojearlos por encima. ¿Qué quiere decir ojear «por encima»? Mirar, pero no con los ojos de un creyente, mirar sin prejuicios. Mirar con valentía, con atrevimiento, sin tener miedo de mirar; si lo haces, te sorprenderás. Mira directamente en la Biblia, el Corán, los Vedas. Pocas veces te encontrarás con una joya; casi todo es bazofia. Y uno se pregunta, ¿por qué se ha podido acumular toda esa bazofia en las «sagradas escrituras» de todo el mundo? Pero si observas con prejuicios, con la creencia de que lo que está escrito ahí es la verdad y nada más que la verdad, nunca podrás comprender a Kabir.

Kabir dice: quema las escrituras, libérate de ellas, porque así te liberarás de la mente; liberándote de las escrituras te liberarás de los pensamientos. Alcanzarás una especie de inocencia, la inocencia del no saber. Y desde ese punto puedes empezar a saber. Primero tienes que ser ignorante. Recuerda que no tienes que ser una persona con conocimientos, sino una persona que quiera conocer. Entre las dos hay una gran diferencia. El que tiene conocimientos cree que sabe, que ha llegado. Y el que quiere conocer sabe que no sabe, y sigue aprendiendo.
Si no te conviertes en una persona instruida, entonces sabrás. Hay una maravilla tras otra por descubrir. La realidad es interminable; nunca llegas a un punto en el que puedas decir: «Ahora lo sé todo». Cuanto más sabes, más cuenta te das de que todavía te queda mucho más por descubrir. Cuanto mayor es tu percepción, mayor es el misterio de la vida. En el último estadio del conocimiento desaparece todo conocimiento.
Te rodea el misterio. Estás rodeado de algo cuya naturaleza misma es incognoscible. Y para saberlo no estás separado de ello, sino que eres uno con ello, formas parte de ello.

Los libros sagrados de Oriente sólo son palabras.

Y recuerda, la palabra puede inducirte a engaño. Si llega alguien y se pone a gritar: «¡Fuego! ¡Fuego!», saldrás corriendo. La propia palabra desencadena algo dentro de ti: miedo. La palabra «fuego» no es fuego, la palabra «dios» no es Dios y la palabra «amor» no es amor. Y la palabra «comida» no es comida; no te quitará el hambre. La palabra «agua» no saciará tu sed.
¿Qué es lo que hay en las sagradas escrituras? Palabras y más palabras. No te saciarán. Necesitas a Dios en persona, no la palabra «dios». Sólo así podrás sentirte satisfecho.

He ojeado sus portadas por encima.
Los libros sagrados de Oriente sólo son palabras.
Kabir sólo habla de lo que ha vivido.
Si no has vivido algo, no es verdad.

Sigue observando tu mente, lo pretenciosa que es. Dice cosas que no ha experimentado. Eso no es honesto, eso es engañar. Si no sabes algo es mejor decirte a ti mismo y a los demás: «No lo sé». El ser honesto te ayudará. Sólo cuando sabes algo puedes decir que sabes. Y así te quitarás un peso de encima, porque el noventa y nueve por ciento de los conocimientos que acarreas sólo son un lastre. No son tu propia experiencia, los has tomado prestados. Todo lo prestado es mentira, da igual quién te lo haya prestado. Te lo puede haber prestado una persona que sabe, te lo puede haber prestado Kabir, Jesucristo o Krishna, pero eso no importa. No importa quién te lo haya prestado, en cuanto lo tomas prestado es falso.

La verdad no se puede tomar prestada.
Yo veo algo. Pero si te lo cuento, lo que te llega son mis palabras y no mi visión. La visión está dentro de mí; sólo las palabras salen de mí. Pero esas palabras están vacías. Tú aceptas esas palabras creyendo que deben ser verdad ya que provienen de un hombre que sabe. Pero no lo son.
La verdad sólo llega con la experiencia.
Lo que dice Kabir no sólo va en contra de las antiguas escrituras, sino incluso de sus propias palabras. Tenlo presente también cuando estés conmigo. No podrás ver la verdad si te limitas a escuchar mis palabras. Y la tentación es muy grande. Cuando ves a alguien que sabe, sus palabras tienen tanta autenticidad, vigor y pasión que resulta contagioso. Cuídate de la tentación. Cuando te digo algo, lo digo con una totalidad que puedes empezar a creerlo. Pero sólo es una creencia, sólo estás dejándote llevar por las palabras. Yo he visto la belleza, pero no es lo mismo si te hablo de ella. En primer lugar, podrías preguntarme por qué hablo. ¿Por qué habla Kabir? Si las palabras no pueden expresarlo, ¿de qué sirve hablar? Todavía hay motivos para hablar. Las palabras no pueden hacerte ver la verdad, pero pueden generar un anhelo. Yo no puedo transferirte mi verdad, pero puedo hacerte sentir que la verdad existe. Ahí es donde empieza el camino…, no creas que se acaba ahí. Las palabras pueden encaminarte, pero no pueden darte la verdad. Aunque cuando provienen de un hombre que sabe, son como llamas. Te queman. Originan dentro de ti un gran deseo de saber, de ver, de ser.
Esas palabras no son suficientes. ¡No te quedes parado!
Deja que te contagie en lo que se refiere a tu sed y tu hambre de la verdad. Pero mis palabras sólo son palabras. Las palabras de Buda sólo son palabras, las escrituras sólo son palabras. El que es sabio seguirá la indicación de que la verdad existe: «Ahora tengo que buscarla». La búsqueda tiene que ser individual.

Kabir sólo habla de lo que ha vivido.
Si no has vivido algo, no es verdad.
He estado pensando en la diferencia entre el agua y las olas que surgen en ella.
El agua sigue siendo agua que vuelve a caer.
Es agua. ¿Puedes darme algún indicio para diferenciarlas?

Vete al mar y fíjate en las olas que se levantan. ¿Están separadas del mar? ¿Está el mar separado de las olas? ¿Alguien ha visto alguna ola separada del mar? ¿Alguien ha visto un mar sin olas? Van juntos. De hecho, no es correcto decir «juntos » porque son uno. ¿Qué es una ola? Un mar ondulante, un mar en movimiento. Y ¿qué es un mar? Un conjunto de olas que ondulan a la vez. El ondular es un aspecto de la realidad del mar.
Pero las palabras crean separación. Cuando dices «la ola», «el mar», hay diferencias. Si miras en el diccionario, el diccionario no dice que «la ola es el mar», o que «el mar es la ola». El diccionario se interesa por la etimología de las palabras «ola» y «mar»; son distintas. El diccionario las mantiene separadas, de lo contrario, las palabras se entrecruzarían y habría una gran confusión. Hay que mantenerlas separadas, compartimentadas. Pero sólo las palabras están separadas, en realidad no hay nada que esté separado. El árbol está separado, la tierra está separada, pero en realidad el árbol nunca está separado de la tierra y la tierra nunca está separada del árbol. Las palabras cielo y tierra están separadas, pero en realidad están juntas.

La realidad es una unidad. Todas las cosas están juntas, entrelazadas, entretejidas, forman parte unas de otras. Si empiezas por una cosa acabarás en la totalidad.
Por eso se dice que Tennyson afirmó: «Si puedo entender en su totalidad una simple flor con raíces y todo, habré comprendido todo el universo». Tiene razón, ha tenido una gran percepción. Si consigues entender una sola flor en su totalidad, incluidas las raíces, habrás comprendido a todas las estrellas, soles, lunas, hombres, mujeres, Tierras y planetas. Porque si profundizas más, te darás cuenta de que todo el universo está implícito en una flor. No se puede comprender por separado. ¿Qué es el universo sin la Tierra? ¿Qué es sin el sol? Sin el sol no hay colores, sin la Tierra no hay forma. ¿Quién sabe la cantidad de cosas que están implícitas en ella? Si no hubiera estrellas es posible que las rosas fueran diferentes. ¿Quién sabe qué pulsaciones reciben las rosas de las estrellas? Y es evidente que sin la vista humana la rosa no sería la misma. No tendría color, en el momento que dejas de mirar una rosa ya no es rosada, porque el color sólo existe en relación con la vista. Cuando hay ojos hay color, sin ojos no hay color.
Si vas a las cataratas del Niágara, te llegará el estruendo de las cataratas que antes no estaba y aparece cuando te acercas, porque sin los oídos no hay sonido. Si no hay nadie alrededor de las cataratas del Niágara no hay sonido, el agua cae en silencio. ¿Cómo puede haber sonido sin oídos? Durante miles y miles de años, el agua de las cataratas ha estado cayendo en silencio porque no había nadie que lo escuchara. Luego, debe de haber llegado algún primitivo audaz y, en cuanto se aproximó, el Niágara estalló en un gran estruendo. El oído es necesario.

Ahora los científicos dicen —incluso los científicos, porque hasta ahora sólo lo habían dicho los poetas— que si amas un rosal, las flores salen más grandes. El amor, de alguna manera, les da ternura, sustento.
En Canadá han experimentado el efecto de la música sobre las rosas. En cierta universidad realizaron un experimento y no se podían creer los resultados, estaban muy sorprendidos. Hicieron dos grupos con el mismo tipo de flores, a un lado una docena y al otro, la otra docena. A un grupo le pusieron música de Ravi Shankar y al otro, jazz. Las plantas que oyeron la música del sitar de Ravi Shankar empezaron a inclinarse todas hacia el instrumento, como si fueran sus admiradoras. Por otra parte, las plantas que escuchaban jazz se inclinaron hacia el otro lado intentando huir; las raíces no les permitían escapar, pero lo intentaban. El tamaño de las flores de las plantas que escucharon a Ravi Shankar era el doble, y su longitud también. Todas recibieron la misma cantidad de agua y de abono, y los mismos cuidados. Tenían el mismo tamaño cuando las plantaron, la misma luz, la misma tierra… todo. Sólo la música era distinta.

La vida está tan entrelazada que todo forma parte de lo demás. Las cosas sólo existen en las palabras pero, en realidad, no existe nada. Todo está unido, es una sola cosa. Cuando Buda lo llama «nada», tiene razón, porque nada existe. No puedes darle un nombre porque todo existe, todo va junto, hombres, mujeres, animales, pájaros, árboles, montañas y estrellas, todo es uno.

He estado pensando en la diferencia entre el agua y las olas
que surgen en ella, el agua sigue siendo agua que vuelve a caer,
es agua. ¿Puedes darme algún indicio para diferenciarlas?
Simplemente porque a alguien se le haya ocurrido la palabra
«ola», ¿acaso tengo que diferenciarla del «agua»?

Ten cuidado con el lenguaje. El lenguaje puede jugarte malas pasadas y puedes quedar atrapado en ese juego. Por eso todos los grandes místicos del mundo insisten en decir que la realidad se conoce a través del silencio. Cuando dejas el lenguaje puedes conocer la realidad, porque el lenguaje crea una barrera.

Simplemente porque a alguien se le haya ocurrido la palabra «ola», ¿acaso tengo que diferenciarla del «agua»? Dentro de todos nosotros hay un ser secreto.

Lo desconocido, lo secreto, lo misterioso. Está dentro y está fuera. Ese ser secreto es una realidad inefable, un silencio, un profundo silencio. Vivo, pero sin sonido. Palpitante, pero no se le puede dar un nombre.

Dentro de todos nosotros hay un ser secreto.

¿Por qué Kabir lo llama «secreto»? Porque no le podemos aplicar el lenguaje. El lenguaje lo convierte todo en público.
En cuanto dices algo se convierte en público; decirlo significa hacerlo público. Si no puedes decir nada, si no hay forma de decirlo, seguirá siendo un secreto. Cuando puedes decir algo deja de ser un secreto. Las filosofías son públicas, las «religiones» son públicas, los textos religiosos son públicos. Y la verdad es un secreto. No es que alguien esté guardando un secreto, el hecho de no poder hablar de ello es su naturaleza intrínseca.
Lao Tzu dice: «No se puede decir nada del Tao. En el momento que dices algo, lo estás falseando».

Dentro de todos nosotros hay un ser secreto; los planetas de todas las galaxias pasan por sus manos como si fuesen cuentas.

Tú no eres pequeño. No hay nada que sea pequeño. Cuando todo está junto, nada es pequeño, todo es una puerta a la totalidad. Si profundizas más en ti mismo, llegarás a ese fondo que es el fondo de todo. Sólo estamos separados en la periferia; en el centro somos uno. El centro es uno, las periferias son distintas.
Tu nombre es distinto, mi nombre es distinto, pero mi realidad y la tuya no son distintas. Tu cuerpo es distinto al mío, pero el cuerpo sólo es un atuendo, una vestimenta. La realidad que yace bajo el atuendo no es distinta. Deja el lenguaje y observa. Descubrirás que dentro de ti palpita el ser secreto, respira en tu interior. Y descubrirás que respira también en el resto de las personas. Respira de diferente manera, pero sigue siendo uno. La vida es una. La vida es Dios; no la palabra «dios», sino la vida; no la palabra «vida», sino la vida misma.

Dentro de todos nosotros hay un ser secreto; los planetas de todas las galaxias pasan por sus manos como si fuesen cuentas.
Es un rosario de cuentas que uno debería mirar con ojos resplandecientes.

Para ver esta realidad, para reconocer a ese ser secreto que hay dentro de ti, tendrás que tener unos ojos resplandecientes. Para darte cuenta de esa inmensidad, de esa totalidad, de esa unidad, tendrás que tener unos ojos resplandecientes. ¿Qué quiere decir con «ojos resplandecientes»? Tus ojos están llenos de polvo, polvo que se ha ido acumulando. Es como un espejo que ha acumulado tanto polvo que ya no refleja nada. ¿Qué clase de polvo? Creencias, religiones, ideales, ideologías, textos religiosos… –ismos. Tus ojos han ido acumulando todo tipo de polvo. Realmente es un milagro cómo puedes seguir viendo lo poco que ves, porque con tanto polvo… no deberías ver ni eso.
Los científicos dicen que sólo vemos el dos por ciento de la vida. El noventa y ocho por ciento sigue sin estar al alcance por culpa de nuestros propios prejuicios. Sólo vemos lo que queremos, sólo podemos ver lo que estamos preparados para ver, sólo podemos ver lo que no nos da miedo. No podemos ver lo que nos da miedo, lo que no queremos ver; lo evitamos. Poco a poco, la mente se va estrechando y al final sólo vemos un pedazo de la realidad. Pero seguimos afirmando que esa realidad es lo único, y diciendo que «mi verdad es la única verdad». Eso genera conflictos y controversias. Kabir dice: «Tendrás que tener ojos resplandecientes». Los ojos vacíos son resplandecientes. Quítate ese polvo, ya sea santo o mundano; quítate ese polvo, ya sea sagrado o profano. Límpiate los ojos: de eso trata la meditación.

Deja que tu pasado desaparezca de tu ser. Estate aquí y ahora, así tendrás luminosidad y serás capaz de ver. Dios no está en ningún otro sitio, no tienes que irte al Himalaya, sólo tienes que estar limpio, no tener carga. Deja que el pasado desaparezca.

Jesucristo dice: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Desconéctate del pasado; deberás hacerlo todos los días, porque cada día que pasa crea más pasado. El hoy se convertirá en el pasado del mañana. En cuanto pase, suéltalo, no te aferres a él. Ya no tiene importancia ni valor. Si puedes dejar que se vaya el pasado, tú estarás al alcance. Eso es luminosidad. Tendrás ojos que pueden reflejar, que pueden ver; te habrás convertido en un espejo. La meditación es la forma de convertirse en un espejo. Todo lo que dice Kabir es para ayudarte a convertirte en un meditador. No tienes que preocuparte por Dios. Deja que en el fondo de tu corazón sólo quede una cosa: el tener que florecer como meditador. Todo lo demás será una consecuencia de esto.

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